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Cap 16 Hostilidad.

El Imperio de Séphiar y el reino de Melgaría llevaban más de una década de conflictos, aunque estos solo se resumían en breves escaramuzas y acababan luego de que uno de los dos bandos sufriera algunos daños.

El imperio enviaría naves y el Reino respondería a ello, el Imperio comenzaría una invasión y el Reino tomaría acciones iguales, de una u otra forma siempre estaban empatados.

La razón para que tal suceso dure por poco más de una década es que a pesar de que el Reino de Melgaría es más pequeño, su organización militar es en breves palabras superior al imperio.

Contando con aplicados Generales y Comandantes pueden izar la bandera de guerra contra el Imperio aun con su escases de recursos. Las brillantes tácticas y sorprendentes estrategias manifestadas a través de la mente brillante de estos hombres eran lo que ponía al Reino de Melgaría en una posición igual al imperio en poder, pero no en recursos.

Todo eso fue a causa de su pobre pensamiento a nivel económico. Ya que el Reino aprovecharía todo en cuanto pudiera sin pensar a futuro, por esto es que sus recursos estratégicos fueron devastados con cada batalla, haciendo que en cada nuevo enfrentamiento los soldados del reino se limiten a no perder su equipo y en caso de obtener una victoria, tomar el equipo enemigo, sean armas o armaduras, caballos… etc. Todo en cuanto sea posible tomar, ellos lo tomarían.

Ahora se avecinan las olas de conflicto nuevamente.

El Imperio y el Reino siempre están en una “tregua” durante los inviernos, pero esta vez es diferente.

En una sala no muy amplia un conjunto de personas estaban reunidas frente a una mesa y sobre esta un mapa desplegado.

Aquellas personas reunidas no eran nadie más que los Generales del Reino y el mismo Rey Adfor Melgaría el decimotercer Rey del Reino de Melgaría.

-Su Majestad… algunos navíos patrulla han avistado una flota enemiga, es con total seguridad del Imperio.-

-¿Está seguro General Svonovich?-

-No hay forma de que podamos estar mal en esto, no solo las patrullas las han visto, también algunos mercaderes hablaron al respecto con un poco de… bueno… “Motivación”.-

-¿Qué deberíamos hacer? Esto es malo, el reino está tratando de sobrevivir con las pobres cosechas que obtuvimos. Aún estamos en mitad del invierno.-

-Su Majestad, no nos queda más opción que responder a la agresión. Sé que esto no nos beneficiara pero tampoco a ellos.-

-Tienes razón, tratemos de tomar sus naves y ponerlas a trabajar como naves pesqueras o mercantes.-

-Esa es una buena idea Majestad.-

-Bien, procede con el despliegue.-

-Como usted desee.-

Retirándose de la sala y cerrando la puerta tras de él, el Rey queda solo observando el mapa de la región entre el Imperio y el Reino, con sus fuerzas actuales solo por la pura capacidad de los soldados podrían ganar una gran batalla. Pero en este caso el Imperio había enviado solo una pequeña escuadra, tal vez una flota de reconocimiento en preparación para una invasión más grande a por venir.

Su cabeza dolía de tanto simular posibilidades, el hecho de perder en esta ocasión dejaría muy mal parado al Reino, por más que sea una pequeña flota, ellos necesitarían despachar por lo menos el doble con tal de una victoria asegurada.

Con ello también debe suministrarse comida, agua, ropa y armamento. El frio invierno pasaría la cuota de tomar acciones militares y es posible que por las bajas temperaturas algunos soldados llegaran a morir por congelamiento o enfermedad. Como fuere era necesario detener a esa escuadra a como dé lugar.

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Acompañado por otros 19 navíos de elite el navío de alta capacidad de tipo Interceptor nombrado como “Black Hammer” avanzaba audaz al mando del Almirante Jack Vintorez uno de los 6 oficiales conocidos por el título de “Imbatible” por combatir en innumerables batallas y volver indemne al horror de la pelea, navegaba por el mar entre el Imperio de Séphiar y el Reino de Melgaría en los nuevos barcos de guerra.

Los navíos clase “invicta” una serie de híbridos entre embarcaciones ligeras y embarcaciones de amplio tamaño, nombradas “Fragatas” eran el nuevo As en la manga del Imperio. Su capacidad armamentística no llegaba a la capacidad de los grandes galeones o navíos de guerra de gran tamaño, pero su velocidad y poder eran algo realmente a tener en cuenta.

Cada uno de estas pequeñas fortalezas flotantes cuentan con 20 cañones por cubiertas y hasta dos cubiertas cada fragata. La clase “Invicta” era especial en su propio estilo, utilizando el “Mana Concentrator” adaptaron esta tecnología para propulsar internamente a estas bestias de madera y acero en lo que denominaron “Motor SPM” (sub propulsor mágico) que consistía en una serie de mecanismos que hacían girar a gran velocidad unas aspas instaladas bajo el casco del barco impulsándolo al empujar el agua en el sentido contrario a costas de piedras mágicas neutras que proveían la energía para mover los mecanismos.

Los primeros navíos sin vela del mundo.

Su velocidad era superior a los navíos de tal tamaño, mientras un navío de su tamaño viajaría entre 8 y 15 nudos, estas fragatas fácilmente llegaban a 20 nudos a máxima capacidad. Una velocidad envidiable mientras su maniobrabilidad aún se mantenía algo tiesa por el sistema de viraje por timón de rueda que aún tenían las embarcaciones de este tipo.

En la cubierta del barco el Almirante Vintorez y su Primer Oficial Zitso miraban al horizonte durante esta mañana tan limpia de nubes.

-Almirante… ¿Cree usted que vendrán?-

-Oh lo harán. Jamás permitirían que el Imperio los avergonzara llevando sus naves a su territorio y se marcharan impunes.-

-Entiendo eso… pero ¿Es seguro utilizar estas cosas?-

-¿Te refieres a los cañones? Según el Emperador son seguros, así que de lo contrario nos escaparemos tan rápido como podamos, después de todo si desechamos estos cañones en el mar nadie podría recuperarlos y nuestra velocidad de escape aumentaría considerablemente.-

-Muy bien, entiendo su forma de pensar, ahora Mi Señor ¿Qué ordenes tiene para nosotros?-

-Alisten los cañones. ¡El espectáculo va a empezar!-

A una distancia de poco más de 10 kilómetros un convoy militar de los barcos armados del Reino de Melgaría se acercaban en formación, silenciosos como fantasmas sobre el agua que reflejaba los rayos del sol, mientras algunas pocas nubes se deslizaban pacíficamente sobre el cielo azul de la tarde.

Los navíos más ligeros como las carracas y las corvetas tomaban las posiciones más adelantadas cubriendo a los pesados galeones y navíos de guerra.

Las balistas sobre su cubierta tienen un tamaño realmente inmenso y el poder de estas armas es de temer, llegando a disparar una flecha a un kilómetro de distancia con el apoyo de la magia utilitaria, estos navíos son el orgullo de la marina del Reino de Melgaría.

Poco a poco la formación comienza a virar hacia un lado, el combate normal se trata de uno de desgaste, los navíos se rodean los unos a los otros disparándose hasta que la tripulación de uno de los bandos flaquean y proceden al abordaje donde violentas batallas ocurren y muchos son asesinados irremediablemente, tratando de aprovechar su superioridad numérica a favor, por esta estrategia optaron los Capitanes del Reino.

El Almirante Vintorez convencido de su estrategia que consistía en engañar a los enemigos siguiendo el juego y disparar todos los cañones a la vez una vez que estén dentro de los 500m de alcance, garantizaría la destrucción de la flota enemiga con prontitud.

La distancia entre las flotas disminuya con el paso del tiempo

2000 metros, 1000 metros…

-¡Almirante!-

-¡Aguarden un poco más!-

El baile mortal de los navíos de guerra estaba por comenzar y ambos bandos comenzaban a rondar en círculos y las baterías de las fragatas rezumbaban temerosas del porvenir..

950 metros… 900 metros.

Algunas lanzas de las arbalestas se podían ver volando erráticamente, apoyadas por la magia de viento que reducía drásticamente la fricción y resistencia su potencia de impacto sería abrumadora, pero la escasa puntería les hacía fallar todos los disparos.

-¡Armas listas!-

-¡Aun no disparen! ¡AGUARDEN!- grito el almirante.

Su corazón latía como nunca antes, extasiado ante la idea de ver a sus enemigos volar por los aires se estremecía. Su mente había alcanzado un nuevo grado de excitación.

800 metros… 700… 600… 550… 500 metros.

-¡FUEGO!- grito el almirante con cada onza de su alma en su grito.

La andanada de los cañones rugió con una potencia nunca antes vista, los artilleros ligeramente aturdidos por los disparos se crisparon en sus botas,.

El poder de los disparos causo que la nave se ladee considerablemente, junto a él “Black Hammer” las 19 naves restantes abrieron fuego en ese instante sumergiendo el espacio entre naves con un denso humo y olor a quemado que cubrió la vista, el espectáculo de las balas impactando no llegaría a sus ojos sino hasta poco después cuando el humo se eleve al cielo.

Los trozos de metal que fueron disparados volaron casi en una línea recta hacia los barcos de Reino y al impactar ya sea en el agua o en las embarcaciones estos estallaron nuevamente dejando en su camino el fuerte olor a azufre producido durante la explosión.

Grandes trozos de madera, mástiles, y tripulantes volaron por los aires, en un instante seis de las cuarenta naves del Reino fueron hundidas y otras cuatro sufrieron graves daños, la munición explosiva había llegado a ser fatal para las naves.

El fuego iluminaba el espacio, aunque era de día las fuertes llamas provenientes del aceite y la madera ardiendo causaron que el fuego se intensifique, era normal cargar aceite para las lámparas en un barco ya que raramente los arqueros llegaban a ellas con sus flechas y virotes, esto mismo causo que su fuego sea más poderoso y se esparza con prontitud entre cubiertas, incluso incendiando el agua.

No hay voluntad que resista si la misma agua está en llamas, los corazones de los tripulantes de los navíos pertenecientes al Reino se estremecían en sus posibles tumbas acuáticas, rezongando de lado a lado con el temor de ser alcanzado y con pocas maneras de evitarlo.

Con una sonrisa casi imposible el Almirante miraba extasiado la imagen del horror, la sangre se arremolinaba en el agua mientras las embarcaciones se hundían algunos tripulantes en llamas se arrojaban al agua con la esperanza de sobrevivir, pero aun así los monstruos marinos se darían un banquete con ellos.

Las naves restantes del Reino no dudaron en responder al fuego, pero a diferencia del poder abrumador de la cañoneada Imperial sus Balistas solo podían arrojar enormes flechas incendiadas contra estas lapidas de madera.

-¡Difícil!- grito el maestro artillero de la nave insignia el “Pelican”.

El apuntar a  una de estas fragatas era lo mismo que tratar de disparar a un lobo sobre un caballo, el viento fuerte y el oleaje hacían que apuntar sea realmente complicado, pero aun así las flechas volaron parabólicamente por los aires, ardiendo profusamente gracias a la magia en ellas imbuidas, mientras los magos de viento eliminaban con su magia la fricción producida por el aire asi los proyectiles podían llegar más lejos y con más fuerza impactar de lleno.

Aun con el apoyo extra, solo un par de estas flechas llegaron a las fragatas que por no poseer velas tiene a sus recursos mejor administrados y una maniobrabilidad superior, rompiendo algunos trozos de madera, incendiando y empalando a algunos tripulantes, el daño se consideraba mínimo. La dureza de estos navíos era algo de otro mundo ante los ojos de los artilleros del Reino ya que al evadir peso quitando las velas y mástiles pueden reforzar el casco mucho más.

No paso tiempo hasta que los magos de agua del Imperio tomaron cartas en el asunto y  apagaron los focos de incendios y no solo ellos.

Los magos de viento y de fuego eran pequeñas baterías unipersonales que devastaban las cubiertas de los navíos del Reino con sus magias y/o hechizos, a veces con simples lanzas de fuego o cuchillas de viento, otras más con grandes ventiscas que ponían a contra viento las velas del Reino, Ralentizando su avance y matando su maniobrabilidad poniéndolos a tiro de los cañones de piedra mágica.

Mientras aún se suprimían los focos de incendio entre las naves del Reino seguían respondiendo con sus balistas, con el poder de los rugidos los cañones imperiales borraban uno o dos barcos con cada destello producido por su diabólica borda artillada, concentrando sus disparos en barcos individuales en lugar de toda la flota en general, el método de asalto utilizado por los navíos imperialistas forma parte del nuevo concepto estratégico de guerra nombrado “Columna flotante” y consistía en mantener una formación en línea con cierta distancia entre barco y barco mientras se mantiene una disciplina de fuego concentrado hacia el enemigo una embarcación a la vez, causando en poco tiempo grandes daños.

A estas alturas los tripulantes preferían un tiro en la frente en cualquier momento por desertar que a un Imperialista de lado y sonriendo desde su nave.

En cuestión de dos horas solo el Pelican volvía gravemente dañado a las aguas territoriales, casi como una burla, más que un escape fue un incentivo a volver con el rabo entre las piernas para dar a entender que ya no son nada ante el Imperio.

El mayor y la mesana cayeron ni bien el barco toco puerto, sorprendido el capitán agradeció mientras acariciaba el ahora roto mayor por soportar hasta llegar a casa. Esta hazaña era algo que solo podía agradecerse a los dioses, ya que sin sus velas completas era imposible volver.

Reuniéndose rápidamente en la sala de consejos el Rey, los Generales y el Capitán del Pelican estaban a punto de dejar los sucesos en claro.

-Su Majestad…-

-Buen trabajo al volver Capitán.- dijo en voz baja el Rey.

-¿Volver? Nos dejaron marcharnos.- dijo entre suspiros con su rostro pálido, por poco al borde de las lágrimas.

Atentamente miraron al Capitán que parecía lamentarse por cada respiración que soltaba, el misterio de lo que vivió les carcomía, pero ahondar rápidamente en ese tema solo causaría un grave malestar a un potencial de guerra, solo podían mirarse nerviosamente los unos a los otros en silencio.

-Explíquese ¿Qué sucedió?- Dijo uno de los generales del ejército.

-Navegamos rumbo a mar abierto, a las coordenadas en que se vio la flota Imperial la última vez, ellos estaban ahí, esperándonos.

Eran la mitad que nosotros… pero esos barcos, esos eran del infierno, esas cosas no son de este mundo, solo el dios de la guerra y la muerte misma podrían traer consigo tal máquina de guerra.-

Explico mientras algunas lágrimas comenzaron a salir de su rostro. Su tensa expresión solo ponía aún más nerviosos a los presentes que lo observaban ¿Qué fue lo que vivió para volver así? Se preguntaban.

-Fuego… el fuego que escupían esas naves sin velas fue lo más aterrador de la vida, eran destellos que destruían naves enteras devorando todo a su paso, cada vez que sonaban retumbaban el mar, haciendo que incluso las olas vengan a por nosotros a cada disparo.

Cada que una de esas cosas destellaba algo venía a nosotros, explotando, volando a la tripulación en pedazos, destrozando los cascos y a todo en su paso. Nos resistimos lo mejor que pudimos ¿Saben? Pero era como escupirle a un castillo, tan inútil.

La impotencia de este combate… no… llamarlo combate es una exageración, esto fue una masacre unilateral. Ellos solo tomaron las vidas que quisieron y nos dejaron marchar para dar este mensaje probablemente.-

La imposible explicación del Capitán dejo con aun más dudas a los líderes del país, aunque fue exactamente lo que vivió, al no estar presentes no comprendieron a que se estaba refiriendo con “Navíos sin vela” y “Destellos que devoraban todo a su paso” pero lo que comprendieron es que el Imperio tenía una nueva joya del terror y ahora su potencial de guerra se había disparado.

Dos días después luego de examinar en profundidad al Pelican un buque de tres cubiertas y más de 60 balistas en total, descubrieron el horror que estas maderas habían pasado. Trozos arrancados de raíz con una brutalidad indescriptible, grandes trozos de metal esparcidos de forma imposible como si cientos de explosiones hubieran ocurrido.

El que esta fortaleza flotante aun siga en pie no era nada más que un milagro, el casco estaba en tan malas condiciones que el agua entraba por todos lados, aun así su cubierta especial separada en secciones lo mantenía en flote, pero varias de estas ya habían sido cubiertas por agua, las reparaciones serian dificultosas, pero aun así debían hacerse.

Los tripulantes del Pelican en unanimidad habían dado de baja su servicio, muchos desperdiciaban sus días enteros en los bares y burdeles otros se quedaron con severos traumas en las calles o sus casas con temor a cualquier ruido fuerte, llevando de boca en boca sus relatos vívidos, eran tan pocos los que volvieron que la historia tomo rápidamente credibilidad, estaba claro que el Imperio una vez más se alzaría sobre el Reino y su brutal martillo caería sin piedad sobre sus vidas.

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En la sala del Palacio imperial el Emperador Zeut Von Frortheilmer caminaba por alrededor de la mesa que mostraba el mapa de las naciones, sonriente como un pequeño niño al que le regalaron algo en su cumpleaños, Festivo entre carcajadas se rodeaba de sus Generales y el Almirante Vintorez mientras Sigfrido servía té y golosinas en una charola de plata adornada.

-¡¿Podrías contármelo una vez más?!-

-Bueno, bueno… el Emperador es realmente entusiasta en esto.- respondió el Almirante Vintorez.

Ya era la tercera vez en el día que el Emperador pedía repetir la historia, gustoso por ello el Almirante no se negaría, después de todo el mismo era como un niño alegre por un juguete nuevo, regodeándose, altanero por sus logros hablo.

-La flota del Reino nos superaba en 2 a 1, el doble de nuestra cantidad de navíos, acercándose poco a poco, asechándonos… esperando a que la distancia achique y el viento a favor los pusiera tras nosotros o a nuestro lado para dispararnos con sus balistas, pero en lugar de ello nosotros los sorprendimos.

Seguimos las estrategias viejas, para engañarlos pero cuando llegamos a una distancia de disparo seguro ladeamos las naves y en la confusión, solo dispararnos.

Los cañones rugieron y destrozaron todo, lo volaron en pedazos sin importar que fuera, madera, tripulantes, balistas, ¡Todo! Era un espectáculo tan abrumador para los ojos que era imposible no disfrutar de ello, el fuego se extendía rápidamente entre las naves afectadas y el humo se elevaba al cielo mientras estas se hundían.

Debería haber estado ahí Su Excelencia, los gritos desesperantes de los tripulantes sollozando entre el dolor, la angustia y el terror eran la mejor música que alguien podría oír, cientos de ellos gritando y maldiciendo al mismo tiempo que naufragaban, solo para ser alimento de los monstruos en el mar.

Podía oírse el canto de las sirenas llamando sus almas mientras la sangre se desperdigaba por las agitadas aguas teñidas de color carmesí, mientras los monstruos se arremolinaban bajo el agua chupando a fondo los cuerpos sin vida y tratando de tomar a los que aún se resistían a morir. Un bello espectáculo único en la vida realmente.-

El emperador oía atentamente cada palabras sin interrumpir ni una sola vez, observando e imaginando los sucesos tan detallados que el Almirante le contaba, era como aire para sus pulmones, el alivio de saber que ahora podrían estar sobre el Reino y no podrían oponérseles con facilidad.

-Excelente, simplemente excelente… Generales, preparen todo para la invasión, ¡Tomaremos Melgaría para la primavera!- grito el Emperador con entusiasmo.

-¡Como usted ordene Su Excelencia!- respondieron alegre y altivamente.

Los Generales brindaban y vitoreaban por su victoria y disfrutaban el dulce sabor de su apabullante victoria mientras sonreían y reían impunemente.

Luego de un día se ordenó que la producción de cañones mágicos y “Mana concentrator” debía ponerse al día para la campaña por venir, aun con algunos meses de ventaja necesitaban apurar preparativos ya que armar a toda la flota imperial era imposible, deberían contar con la mayor cantidad de navíos artillados posibles para entonces, mientras tanto las naves más imperantes debían ser remodeladas para que las cubiertas sean funcionales a los cañones mágicos.

Su victoria era suya por esta vez. Por este día su celebración era merecida por tomarla con sus manos.