¿Alguna vez han temido a la oscuridad?
Cuando era niño, solía temerle a la oscuridad. Recuerdo a mi madre llorando en el suelo, para que dejara de llorar, después de haber estado horas intentando tranquilizar mi sofocante respiración.
Mi madre siempre me decía las mismas palabras para tranquilizarme “todas esas cosas que ven, solo existen en tu cabeza” mientras me abrasaba cálidamente para que pudiera dormir.
Nunca fuimos una familia adinerada, padre llegaba muy tarde de su explotador trabajo, y las pocas palabras que intercambiábamos antes de dormir eran el frío saludo de siempre.
Mi madre también trabajaba y aunque llegaba igual de agotada que padre, aun así, sonreía para mí. Siento que sin importar cuanto me esfuerce, jamás podré ser como ella.
Madre siempre fue una mujer increíble, trabajaba largas jornadas sin descanso en la fábrica textil, y siempre tenía energía para limpiar la casa y cuidar de mí.
Madre era tan increíble que terminó muriendo por sobré esforzarse.
Unos pocos días después encontré a padre colgado del techo, aún recuerdo mi inocente risa al pensar que jugaríamos juntos mientras esperábamos que madre saliera del hospital…
Estuve solo en su funeral…
Los años siguientes me crié en un orfanato de la ciudad, no puedo decir que era un buen lugar, pues nadie se molestó en preguntar la razón tras mi irracional miedo a la oscuridad.
Eso fue lo único que nunca cambio en mi vida, incluso hoy sigo temiéndole a la noche.
Pero ¿por qué le tengo tanto miedo a la oscuridad?, la respuesta es mucho más simple de lo que parece.
Madre siempre me dijo que los seres que veía en la oscuridad solo eran productos de mi imaginación, pero jamás he podido pensar que su respiración fuera algo creado por mi imaginación.
Cuando la luz del sol se va, ellos aparecen en la oscuridad. Monstruos deformes y aterradores.
Animales sin pelo alguno, con el cráneo medio descompuesto de un caballo agonizando, patrullan las calles los perros de pies largos. Como si fueran animales que salieron a dar un paseo, solamente vagan en medio de la noche. Cuando la piel de sus cráneos termina de ser devorada por los gusanos, sus grandes y esqueléticos cuerpos se desploman en medio de la calle; como si fueran simples bolsas de huesos en vez de cadáveres.
Lo más aterrados de estos lamentables seres era el horrible sonido de su andar. Una orquesta formada por el sonido de sus huesos crujiendo para avanzar, era acompañada por el doloroso canto que escapaba de sus adoloridos cuerpos, pues con cada paso que daban los huesos de sus piernas se separaban.
En mi ventana estaba la familiar figura de los caminantes, con sus piernas deformadas por las múltiples fracturas provocadas al andar. No puedo evitar sentir lastima por esos lamentables seres, que viven sus fútiles vidas sufriendo y llorando.
En el cielo vuelan lo que podrían haber sido aves del cretácico. Unos seres feos, sin plumas, piel u órganos; su cuerpo está compuesto solamente por un par de manos unidas por las muñecas, con unos largos dedos unidos por una delgada capa de piel. Eran seres sin cabeza o cuerpo, solamente un par de manos que sobrevolaban los cielos nocturnos.
Normalmente es difícil verles, pues vuelan en grandes bandadas y la única figura que se puede distinguir es la de una enorme y pulsante nube de carne.
Cuando los veo solo puedo ocultar mi cabeza debajo de las delgadas sabanas en un vano intento por no contemplar lo que vendrá a continuación.
Pero, aunque intente ocultar mi vista, es imposible no sentir su presencia. La única razón por la que puedo creer que todo esto es real.
El pútrido olor a carne descompuesta se filtra por la tela y perfora profundamente en mis fosas nasales. Es el asqueroso olor a muerte, el mismo que tenían el cuerpo de padre y madre.
Tomo valor para quitar la tela que cubre mi rostro, se perfectamente que en cuanto lo haga no podré dejar de gritar, pero es mucho mejor que esa cosa sea la que aparte la tela mi rostro.
La misma figura de siempre está parada al lado de mi cama, con su rostro lo suficientemente cerca como para que pueda sentir claramente su respiración.
Grito con todas mis fuerzas, sin importar cuantas veces vea esa cosa, jamás podré estar calmado cuando está frente a mí.
La figura se mueve lentamente, aleja su rostro y se para en la esquina de mi cuarto. Inmóvil, solo contemplándome, como si atormentarme con su presencia le causará el mayor de los placeres.
Simplemente no puedo evitar gritar cuando veo a esa cosa hacer eso, no lo seguro que este sobre sus intenciones, no soy capaz de comprender las acciones de este ser.
Él no es capaz de tocarme, es como el resto de los monstruos, invisibles e intangibles. Lo único que puede percibirse es su presencia.
Son los seres que habitan la noche.
Observo como lentamente desaparece mi devoto visitante, azotado por la implacable luz del sol muere. Su pálido y grotesco cuerpo cae al suelo, solo para ser descompuesto por la despiadada luz del sol.
Un trotamundos, ese es el nombre del ser que murió a mis pies.
Son viajeros del mundo, caminantes implacables e incansables. Mueren cuando llega el día y se convierten en cenizas, solo para retomar su marcha la noche siguiente.
Una figura pálida, sin carne ni sangre en su cuerpo, solamente piel y huesos. Su cuerpo se ha convertido en un nido de arañas, quienes se toman la molestia de cocer los rostros de los muertos en su piel para cerrar los agujeros dejados por la descomposición.
Su cráneo ha estado hueco desde hace mucho tiempo, la piel finamente tejida por las arañas une uno de sus parpados, bloqueando la vista a su interior. Por el contrario, su ojo opuesto se niega a ser cubierto por las arañas; haciendo posible ver el nido que se esparce dentro de su cuerpo.
Los órganos están completamente descubiertos. Los pulmones se convirtieron en la casa de las arañas, mientras que utilizan el resto de órganos como almacenes de alimentos.
Su rostro tiene una expresión agonizante perpetua, exactamente la misma que tenía mi padre cuando se suicido. Estoy seguro que los mechones sueltos de cabello pertenecen a mi madre, después de todo esta figura me ha estado observando todas las noches desde el funeral de mis padres.
Estoy seguro que su único propósito es atormentarme.
Porque siempre que veo su figura lo único que quiero hacer es llorar y abrasar a mis padres. Por más que sepa que este es un monstruo que solo busca atormentarme, no puedo evitar el deseo de saltar a sus brazos. Odio que no pueda evitar sentirme de esta manera…
Mami… Papi… porque tuvieron que abandonarme… ya no quiero estar solo…
¿está bien que duerma con ustedes?
Mami, abrázame fuerte una vez más… te lo ruego, no me sueltes nunca más.
… ha…
… al fin… puedo descansar.
Autor: Aldohnc