Quien de la Luz: Capitulo 2 «Deberes»

Quien de la Luz: Capitulo 2 «Deberes»

“Deberes”

Es temprano en la mañana y un despertador señala el empezar de un nuevo día. Sonidos se escuchan viniendo del revoltijo de sabanas amontonadas y una mano arrugada sale de estas. Apagando el despertador, la figura de un anciano tallándose los ojos tomó asiento en la cama y tocio fuerte. Un anuncio de muerte se mostró en su mano teñida de rojo y se quedó en silencio por unos segundos.

De pie en su habitación, espejuelos, ropas y accesorios cayeron sobre él en un paseo arraigado en la costumbre de los años. Saliendo de su cuarto, una casa vacía recibió su presencia. Miró en la cocina y envases plásticos apilados en fila fueron un recordatorio perpetuo de lo que ocurre y está por venir, pero aun esto no desanimo su mirada, que, cargada de arrugas encontraba reposo en la monotonía del tedioso procedimiento.

El teléfono del salón llamó su atención con la intermitencia roja en su base y las palabras en encima de la luz enunciaron el remitente, Nina.

-Hola, papá. ¿Como estas? Por aquí esta helado. Apenas llegue ayer y ya han caído 40 centímetros de nieve, ¡40 cm! Sé que me dijiste que debía hacerle la visita a la abuela, pero cuando pienso en cómo es que viviste aquí toda tu infancia se me quita las ganas de respirar. Doy gracias a que mama te arrastrara por patas hasta nuestra ciudad. Ah cierto, por poco se me olvida, ¡Lo conseguí!, ¡tengo su bendición!… Y también, será mejor que llames cuanto antes, la abuela dice que hace como dos meses que no sabe de ti. Gael y yo estaremos de vuelta en una semana, siempre y cuando el clima no nos retrase. Adiós, te quiero ♥

Las comisuras de sus labios se mantuvieron ligeramente afiladas hacia arriba durante todo el tiempo que duro el mensaje y de la misma manera, la presión en su pecho por no contarle la verdad a su hija continuaba intensificándose cada día. Este es un hombre que no temía a la muerte, era de los que día tras día durante 5 años bebía a su lado como la única compañera que no le abandonaría nunca. Más a su pesar constaba en el patrimonio que le precedía en sus días de servicio. No es como si su vida no hubiese estado lo suficientemente bien remunerada, más bien, la riqueza que acumulo en sus años de militar era una suma decente.

Con ese dinero, pudo retirarse y dedicarse a lo que estudio cuando su rostro todavía no tallaba en grietas las penitencias de los años. Se casó, compró una casa decente y crió a su hija correcta y educadamente. Pero la vida es cruel y de la misma forma que su esposa soltó su mano, él soltaría la de su hija. Ya, en el intento por salvar la vida de su amada, se había despedido de casi toda fortuna acumulada, solo para hacerle ganar otro par de meses en vida.

Él no estaba dispuesto a pagar por su vida. Su hija pronto se casaría, pero todavía es una estudiante y, aun así, él moriría sin conocer la cara de sus nietos, pero nada de eso importa. ¡Un hombre provee esta casa!, junto a su extenso seguro de vida y una apariencia de padre hasta el final, sería lo único que podría regalarle. Pero, está bien…es más que suficiente

Pensando en esto, se dirigió hasta el garaje, abordó su anticuado pero confiable Cadillac y tomó rumbo en la carretera.

Luego de tres horas de viaje llegó a su objetivo. Al acercarse a la prisión se topó con el primer punto de control, sin bajarse del auto mostró sus papeles y le pidieron que continuara. Ya en el segundo punto de control bajo de su auto y se le acercaron tres guardias. El primero en llegar le pidió sus llaves, obedientemente procedió, no sin antes amagarle el agarre y advertirle.

-Ni un rayón…

Refunfuñó el viejo antes de entregar las llaves.

Agitando la cabeza ya acostumbrada a miradas amenazantes, tomó el llavero y se alejó del anciano. El par restante tomó posiciones detrás y delante, escoltándole hacia la estructura. Entró por un pacillo de más de 100 metros de pared blanca, solo con los agujeros de la ventilación causando discordia en su relieve y lo suficientemente estrecho para que solo cupieran 2 personas en filas.

Llegando a un espacio cuadrado al final del pacillo, los guardias se separaron de él mientras quitaba su cinturón, reloj, gafas, unos lapiceros antiguos que cuidaba en su chaqueta, su mechero y cuando fue a retirar el pin de militante de las fuerzas armadas una pequeña sonrisa se le escapo entre los dientes antes de poner todo en la bandeja. Pasó por el detector de metales sin ningún problema y recogiendo sus cosas se dirigió hacia la recepción.

-Vengo de parte del alcalde Abran.

-Entendido, ye hemos mandado a buscar al personal de interés. El sargento Jil le acompañará.

Caminando sobre los pasos de ayer encontró en su camino la inconfundible puerta metálica de dos colores, con un fuerte sonido el brillo rojo paso a verde y entro para luego tomar asiento.

Esperando tranquilamente no paso mucho antes de volver a escuchar aquel irritante sonido. Dos personas pasaron la puerta y no pudo esconder su sorpresa al ver la apariencia de una de ellas. El procedimiento de rutina fue terminado mientras miraba con ojos abiertos la cara de su acompañante. La puerta se serró y comenzó el debate.

-¿Qué te paso en la cara?

-Estoy en la Cárcel, ¿es necesario otra explicación?

Su cara parecía muy golpeada y maltrecha, resaltando en hematomas leves y más serios por todo su rostro. Pero como no le dio mucha importancia, procedió a entregarle nuevamente su pin, liberándole de sus cadenas. Hiso un par de estiramientos y se acomodó en su silla.

Bien, comencemos pues. Después de dormir pacíficamente la primera noche me encontré con mi padre arreglando unas sillas en el salón que daba puerta a la cocina comedor. Me quedé mirándolo unos segundos, pero al recordar la charla sobre los deberes de ayer me dirigí diligentemente hacia el baño y aseé mi cuerpo, cara y boca.

Para cuando regresé a la sala, pude encontrármelo dándole golpes a su trabajo terminado, reafirmando su utilidad.

-Bien, hoy iremos de compras a la ciudad, vístete y te espero en el auto.

-Sí.

Respondiendo a su orden camine de nuevo hacia mi habitación y al terminar baje las escaleras para ya no encontrarlo en el mismo lugar. Cuando llegué a su auto ya se encontraba esperándome.

Unos momentos después ya nos encontrábamos descendiendo por la misma colina que habíamos subido el día anterior y pude fijarme con más claridad que no éramos los únicos viviendo en este lugar, puede encontrar cerca de 5 casas visibles, aunque no tan grandes como la nuestra.

Saliendo del terraplén sin asfalto escoltado por el fiel bosque a sus espaldas, finalmente llegamos a la ciudad. Haciendo una parada antes que nada en la primera gasolinera por la que pasamos, repusimos el tanque y nuestros suministros alimenticios, ya que estaba claro que comprar ingredientes para cocinar equivalía a un envenenamiento seguro.

Luego de eso nuestra primera parada aparcamos a un lado de una ferretería y vi a mi padre entrar y salir casi con la misma rapidez que entro. Con un grupo de papeles debajo de su brazo volvió a abordar el vehículo y continuamos el viaje. Lo siguiente en la invisible lista de mi papá parecía ser una agencia telefónica. En esta ocasión sí que le seguí a la tienda y pude ver por primera vez la reacción de las personas normales hacia mi padre.

Incluso me pareció ver a la recepcionista serrar con llave la caja registradora. Hombre, si una bestia de ese tamaño y proporciones entrara a mi tienda, siendo ella lo más seguro es que hubiese apretado la alarma desde el primer momento.

-Disculpe, buenos días señorita. Vengo para contratar una línea telefónica y, de ser posible, me gustaría que me mostrara las demás ofertas de la tienda.

-Si… Enseguida.

La expresión de la recepcionista se ablando hasta el punto de sonrojarse por la amabilidad en la que mi padre le hablo. Tome nota mental de la forma en la que había hablado con ella y guarde silencio. Luego de salir con más papeles de aquí el siguiente lugar a visitar es un centro comercial.

Al parecer luego de terminar todo lo que habíamos hecho en el pueblo lo único que cargamos a casa fueron papeles y comida. Dentro del auto, me dispuse a organizar las cosas que me hacían compañía en el asiento mientras íbamos de camino a casa, pero para cuando me di cuenta al entrar al terraplén que conducía a nuestro hogar tomamos una desviación y nos detuvimos frente a una casa.

Al parecer esta no era más que una formalidad de mi padre, pasamos por todas las viviendas cercanas y presentamos nuestros saludos. Casi a punto de terminar el recorrido nos paramos frente a la puerta de la casa más cercana a la nuestra. Se supone que sería el final de nuestro recorrido… Solo puedo decir que ciertamente no esperaba esto.

Apenas mi padre toco el timbre escuchamos unos pasos rápidos desde dentro. Segundos después la puerta se abrió y una mota de pelo rojo desaliñado salió animosamente de ella. Una niña de más o menos mí misma edad, ojos turquesa y cabello parecido a las llamas salió inocentemente de la casa vistiendo una especie de pijama de ovejas. Sus ojos se encontraron con los míos por unos segundos manteniendo su cálida sonrisa, bueno, hasta que miro hacia arriba…

-¡¡¡Haaaaaa!!! ¡Mamá, Mamá un monstruo!

Girando sobre sus talones a una velocidad de espanto, la desaliñada cabecita salió corriendo mientras lloraba por ayuda. Otros pasos rápidos se escucharon desde dentro y de una entrada frente a lo que parecía ser el salón, una mujer de características similares a la niña ingreso en mi campo de visión como si derrapara sobre la alfombra.

La niña se le aferro con fuerza entre sus rodillas y mi padre estaba sudando justo a mi lado. No es por discriminar, pero cuando vi a la mujer que miraba a mi padre y a mí inquisitivamente solo pude pensar una cosa.

¡Qué pequeña!

Eso casi se escapa de mi boca y al mirar las gotas de sudor en la sonrisa de mi padre supuse que había pensado lo mismo. Puede que haya dicho rodillas, pero que una niña de 3 años a lo mucho le alcance el tamaño para colocar su cabeza entre los muslos te puede dar una idea de lo que me refiero. No debía ni llegar a los 1.50m y su cabello rizado le llegaba por las caderas.

-Disculpe el malentendido señorita. Somos los Epsilon, nos mudamos ayer a la casa en la cima de la colina. Mi nombre es Neils y este es mi hijo Alex.

Buen intento papá, deberías continuar hablando, por lo menos hasta que baje la sartén.

Tranquilamente acaricio la cabeza de la niña y suavizo su expresión, pero, que conste, todavía no baja la sartén.

-Buenas, soy Viviana y ésta es mi hija Alice.

Finalmente, bajo el arma y pude ver claramente cómo se relajaba la espalda de mi padre. Ya debíamos volver a casa, pero al darnos la vuelta…

-Alice, espera…

-… ¡!

Liberándose del refugio de su madre la pequeña corrió hacia nosotros, tiro de mi brazo sin decir nada y me arrastro hacia el interior de la casa. Todavía me dolía cada musculo de lo que habíamos hecho ayer por lo que no pude brindar ni la más mísera gota de resistencia.

Secuestrado por la diminuta mano que se envolvía en mi muñeca, subí las escaleras, cruzamos por una puerta de madera blanca y segundos después de soltar mi mano la puerta fue serrada tal cual fue abierta.

-Así estaremos a salvo del monstruo. ¡Ben vamos a jugar!

Antes de continuar déjame recalcar que esto no saldrá de aquí. Si alguien se entera de que yo alguna vez jugué con muñecas, juro por dios que te molestare incluso desde la tumba y cuando sea mi hora no abra dios ni diablo que me impida ser tu compañero de habitación.

Pero no se puede evitar. Era el único niño de mi edad que había conocido y teniendo esa clase de personalidad se hacía imposible el rechazarla. En fin, mi tortura duro cerca de 2 horas, de tal manera que lo único que me faltaba para romper mi conciencia era empezar a llamar por ayuda.

Pero en el momento que escuche el seco sónico de la puerta y acto seguido el chirriar de las bisagras, juraría que había alas a espaldas de la mujer.

-Chicos bajen que el almuerzo está listo.

Resulta que solo era una pintura en la que no me había fijado. Nuevamente siendo mangoneado por Alice, volamos los escalones hasta llegar a la cocina. Deteniéndose en seco, Alice se colocó abierta de manos frente a mí protegiéndome de mi padre.

Él estaba colocando cubiertos y vajilla en la mesa. Al parecer no se sorprendió ni por nuestra aparición repentina, ni por la reacción tan forzada de Alice. Esperó a que Vivi entrara a la cocina y tomó asiento. Encima de la mesa no es que hubiese una cantidad exuberante de comida, pero comparado al intento de ayer todo se veía delicioso.

Luego de que me sentara en la mesa, se me fue servida la comida y vi como Alice daba brinquitos a mi lado esperando su turno. Creo que luego de eso mi padre empezó a intercambiar diálogos con Vivi, pero sinceramente no logro recordar su contenido. Aunque creo que la conversación iba por las preguntas básicas como ¿De dónde vienen?, ¿qué planes tienen a partir de ahora?, ¿a qué te dedicas?, ¿te gustan más bajitas?

Eso último fue casi un susurro, pero estoy seguro de que lo oí. Papá ladeo la cabeza torpemente y al parecer el sí que no escucho nada. No entiendo que paso en esas dos horas de mi ausencia, pero…Increíble, solo puedo decir eso.

En cuanto a las preguntas, según mi padre. Venimos de un pueblo al oeste, en el estado de Miriuri. Solo éramos nosotros dos, pues mi madre había muerto cuando me dio a luz y la única familia que nos quedaba vivía en otro país al norte. Por último, trabaja en una empresa que presta servicios específicos a sus clientes y tuvo que mudarse para acomodarse al ascenso que le fue ofrecido.

Sin darme cuenta no había tocado el plato y la pequeña a mi lado ya casi había terminado. Un pequeño espíritu de competencia digno de un niño broto de mí y me apresuré a coger la cuchara.

Aquí es donde el problema comenzó. Nunca podré olvidar el sabor de la carne que me llevé a la boca en ese momento. Tan pronto como la cuchara plateada cruzó el umbral trazado por mis labios todos mis nervios se estremecieron. Cada célula de mi cuerpo pego un brinco del revés y los latidos de mi corazón amainaron en frecuencia para aumentar en intensidad.

Tal vez porque todavía era un niño que ahora no puedo decir claramente la razón por la cual se abrieron los grifos de mis ojos. Solo puedo decir que el pecho me empezó a doler, como si fuese aplastado por una prensa y empecé a esnifar aire mientras cargaba cada porción de comida en el plato hacia mi boca. Sin detenerme, como si no importara lo que tuviese alrededor. Aunque una cosa sí que puedo decirte, esas no eran lágrimas de alegría.

Mi padre se me quedo viendo en silencio y bajo la cabeza. El humor en la mesa cayó en picada con esto. Pero sigilosamente, sin que nadie se diera cuenta una cabecita se paró junta a mi silla.

-Toma.

-¿…?

Quedándome en blanco al ver a Alice dejar su plato a medio comer junto al mío. Le mire interrogante con lágrimas a punta de ojo y entonces continuo.

-Si… Si te gusta tanto… Entonces te lo regalo.

Ese golpe me sacudió desde los cimientos, cada sensación de presión se liberó, así como mi garganta. Me baje de la silla y la abrace, mas no me contuve un pelo, grite desconsolado sobre su hombro y al ver esto, quizás por empatía o por tener la misma edad ella también empezó a llorar a mi lado.

Desde ese momento ya era oficial, esta persona jugaría un papel importante en mi vida, claro, siendo un niño de mi edad, ¿cómo podría darme cuenta de esto?

Finalmente terminamos de comer sin más incidencias destacadas, nos disculpamos por las molestias antes de retirarnos y salimos por la puerta.

El sol todavía estaba en lo alto del cielo cuando conducimos hasta la casa. Mi padre me dijo que le ayudara cargando parte de los trastos de hoy hasta la cocina. No entendí por qué en ese momento me había tocado la parte más pesada pero tampoco protesté, era una de sus órdenes por supuesto.

-Bien, deja eso por allá.

-Sí.

-Ahora ven aquí, hoy debemos repartirnos las tareas de la casa.

Con una especie de cartón plegable en su mano y un marcador en la otra, mi padre empezó a dividir en cuadriculas todo un esquema. Usando dibujos en vez de letras pues todavía no había aprendido a leer o escribir.

Dividió el esquema en dos con un pequeño intento de nuestras caras. En este ponía que nuestras labores, deberes y el tiempo que debía tomarnos hacer lo que estaba estipulado.

-¿Qué es esto?

Señale un dibujo que predominaba en la mayoría del tiempo y espere su respuesta.

-Es tu preparación para la vida.

-¿Preparación?

-Correcto, te enseñare minuciosamente el cómo sobrevivir en el mundo en que inevitablemente acabaras.

-¿…?

En ese momento solo pude inclinar la cabeza, no entendía las palabras u acciones de mi padre e incluso años después seguí preguntándome a que se refería. Es en estos momentos cuando me gustaría no haber escuchado nunca esas palabras.

En fin, esa preparación no eran más que constantes ejercicios de estiramiento, movimiento y escalada. Aunque solo el dibujo de estiramiento era el que permanecía dominante en todos los días. Los demás solo eran cosas como, la poda del césped de manera manual una vez por semana y limpiar la casa de la misma forma.

También me enteré de que teníamos sótano, preguntando sobre las figuras mi padre me lo mostro pues una de mis tareas era traer regularmente madera de un costado de la casa a la estufa de metal que había allí.

Luego nos dirigimos hacia el patio y me enseño el significado de otro de los dibujos. Detrás de nuestra casa había una tubería que conectaba desde el suelo un tanque elevado a unos 5 metros de altura. Nuestra casa no tenía acceso directo a un alcantarillado público, pero casualmente estaba justo encima de un acuífero natural, por lo que solo debíamos extraer el agua desde allí el problema era ¿cómo?

La respuesta estaba justo delante de mí, un mecanismo de hierro, funcional a base de energía de tracción manual. Era un artilugio, conformado por una bomba incrustada al suelo, conectada a una especie de palanca y unida a dos engranajes del tamaño de una rueda de bicicleta. La gracia del mecanismo es que, si no movías la palanca a un ritmo constante, ella misma se frenaba en seco haciéndote perder todo el impulso.

Me enseño como usarla y aclaro que a partir de hoy nos turnaríamos para llenar el tanque de agua 1 ves al día. Llenarlo en los días normales no era un trabajo difícil, excepto cuando tocaba limpieza, en ese momento no alcanzaba el agua para la inmensa casa, así que uno se tenía que mantener siempre cerca de la bomba y el otro se dedicaría a las demás tareas.

Finalmente terminando el recorrido de la casa y nos dirigimos hacia el bosque. Los árboles y sus raíces te obligaban a rodearles como imponiendo su existencia en ese lugar. Había barias empinadas, pedrizas, matorrales cargados de espinas y algún que otro lodazal en el camino.

No me sorprendería encontrarme un oso por esa zona, incluso, a escondidas de mi padre hubo una ocasión que en plante una trampa porque escuchaba ruidos raros por la noche. Lo que pudo o no pudo haber sucedido con ella en aquel momento lo dejare a tu imaginación, solo diré que algo más grande que un oso se aseguró el recordarme no volver a hacerlo.

De todas maneras, cuando terminamos de cruzar el bosque nos topamos con un rio que lo cruzaba por la parte trasera de la colina. No tenía mucho caudal y tampoco era tan profundo, la máxima profundidad que podrías encontrar sería de unos tres metros.

Caminamos por su orilla hasta encontrarnos un lugar donde la corriente no fuera muy fuerte y el nivel del agua fuese pequeño. Mi padre saco una soga pequeña de algún lado que desconozco, la amarro a mi cintura y acto seguido me lanzo un par de metros en el aire hasta caer en el agua. Quedando sumergido bajo del agua me costó un poco darme cuenta de lo que había pasado y desesperadamente busque la superficie.

Caí en un lugar donde no podía tocar el fondo y solo podía mantener mi cabeza fuera del agua saltando al tocar el suelo tras sumergirme. Trague un par de bocanadas de agua antes de sentir la presión de la cuerda en mi cintura y ser jalado hasta la orilla.

-Seguiremos haciendo esto hasta que puedas mantener la cabeza fuera del agua. Tenemos toda la tarde.

Lanzándome de nuevo en lo que escuchaba sus palabras los ojos de mi padre parecían linternas y al caer pude jurar ver cuernos salir de su cabeza. Así, de esta manera, aprendí a nadar.