Partu Deorum – Capítulo 6: La Rutina de la Princesa

Partu Deorum – Capítulo 6: La Rutina de la Princesa

Partu Deorum

«El Nacimiento de los Dioses»

 

Capítulo 6: La Rutina de la Princesa

 

  Los cálidos rayos del astro redentor se deslizaron por las ventanas de la amplia habitación de roca cincelada, alejando suavemente a los demonios que habitan en las sombras de la recamara congelada.

  Con la delicadeza de una mano humana, la luz calentó sus sabanas.

  Al ver que el confort que le brindaba la ataba a la cama, cual madre adorada, posó su cálido cariño en su cara. Acariciando suavemente sus blancas mejillas en el afán de despertarla.

  Aunque reacia a salir de la calidez de su cama, despojo a su cálido cuerpo de las reconfortantes sabanas, y antes de que fuera capaz de dar marcha atrás y arrepentirse de su impulsiva decisión, planto ambos pies en el frío mármol.

  El escalofrió que recorrió toda su espalda al tocar el suelo congelado de su habitación, terminó por espantar cualquier rastro de fatiga que morará en su interior

  Antes de que pudiera arrepentirse de su decisión, abrigo sus pies con un cálido calzado esponjado, y salió en la búsqueda de la purificación matutina.

  Para evitar despertar a los demás residentes, abrió sigilosamente la puerta de su habitación y con una agilidad felina se deslizo por el oscuro y lúgubre corredor.

  Era demasiado temprano, ni siquiera los sirvientes se habían levantado a abrir las ventanas del amplio corredor.

  Aun así, ella debía de despertarse y comenzar a prepararse. Pues su deber consume completamente cada segundo de su día.

  Una larga caminata desde sus aposentos hasta el cuarto de baño termino de disipar cualquier rastro de letargo que guardará en su interior.

  Rápida y ágilmente entró al baño, se desnudó y entro a la gran alberca que era usada como salda de baños en el palacio.

  No importa cuántas veces la vea, siempre le será imposible aceptar que está bien malgastar tal cantidad de agua.

  Lleno un cuenco de madera con la suficiente agua como para limpiar por completo su cuerpo, y lenta y meticulosamente procedió con su baño con la ayuda de una esponja y un pequeño jabón.

  El agua estaba casi congelada, por lo que sería completamente imposible para ella entrar en la gran alberca a estas horas de la mañana sin que nadie haya calentado el agua. Además de que se sentía mucho más cómoda de esta humilde manera.

  En cuanto termino su baño, se dirigió a los vestidores para secar su cuerpo y colocarse su uniforme.

  Cuando salió de los baños pudo observar a los sirvientes comenzando a desempeñar su labor. Abrían las ventanas para que el sol reflejará la belleza que hay en el interior.

  Las paredes de piedra blanca y cincelada se extendían a lo largo y ancho de todo el corredor, adornadas por incontables obras de arte. Jarrones esculpidos a mano por los más dedicados, eran llenados rápidamente con flores recién cosechadas del patio exterior. Mientras que las bellas pinturas y los precisos retratos eran limpiados minuciosamente por cada uno de los sirvientes de esta enorme construcción.

  Una fila de cuatro hombres arrodillados con los grasientos paños en sus manos, era lo necesario para cubrir completamente el pasillo en su ardua labor de abrillantarlo. Siempre era una imagen divertida ver la fila de cuatro que corría de cuclillas en su afán por dejar completamente inmaculado el bello suelo de cuarzo, que día a día era castigado con las crueles pisadas de más de un centenar de distintos calzados.

  El recorrido hasta la habitación de la princesa era lo más ameno del mundo, el pasillo estaba repleto de ventanas desde las que se puede observar toda la belleza de la capital. Mientras caminaba, a su izquierda podía observas los concurridos puertos de mercancías, con los cientos de barcos de distintas naciones que han pasado meses navegando solo para poder traer algo nuevo que vender. Pero solo requería de un pequeño movimiento de cabeza para que pudiera ver la capital completa, con las gentes activas y alegres sobrellevado sus atareadas vidas de incontables e interminables quehaceres.

  Cuando a la pared se le terminaban las ventanas, bellas e invaluables pinturas las remplazaban. Desde grandes obras de arte como la “montaña nevada” hasta otras de un origen más humilde, pero de una calidad que cualquier gran pintor mataría por robar.

  Las bellas flores no se hacían de esperar, pues cada tanto se podían apreciar invaluables jarrones de jade decorados con las flores recién recolectadas del jardín principal.

  Para ella seguía siendo un gran misterio el cómo había llegado hasta este lugar, sin importar cuantas veces revisara las memorias del ayer, nunca ha logrado encontrar el momento en el que salió de la tragedia y comenzó a trabajar en este tan lujoso lugar.

  Antes de que la caminata la consumiera, ya había llegado a la habitación de la pequeña princesa.

  Su turno aún no había comenzado, pero no podría seguir durmiendo sabiendo que su compañera había pasado toda la noche en vela cuidando de la pequeña. Así que, para pagarle uno de los muchos favores que le debía, hoy decidió de comenzar más temprano con su deber.

  Empujo suavemente la blanca y fina puerta de madera para evitar despertar a la princesa, debía de escabullirse cual ratón en su habitación para evitar perturbar el preciado sueño de su alteza.

  En cuanto abrió la puerta se encontró como un rostro familiar, pero en el que se podían ver que había pasado toda la noche en vela.

  -Kara, gracias a Dios que has llegado. Mis ojos se reúsan a continuar abiertos por más tiempo.

  Una sonrisa divertida se pintó en su rostro al ver a su joven amiga completamente agotada por tal trivial tarea.

  -Si con algo tan simple como esto estas agotada ¿Cómo lograras remplazarme cuando deje mi puesto querida Clara?

  Una expresión de total pánico se reflejó en el rostro de la joven sirvienta. No hace mucho fue contratada por la realeza para ayudarla con el cuidado de la princesa, y el solo hecho de saber que deberá de cumplir con la jornada completa la aterraba más que cualquier terrible bestia.

  Antes de que pudiera darse cuenta la joven ya tenía el rostro cubierto de lágrimas mientras le suplicaba que se quedará un poco más a ayudarla.

  -Por favor, no te pongas así Clara. Algún día tendré que dejar mi puesto y alguien tendrá que ocuparlo, es por eso que te estoy entrenando.

  Mientras se sonaba la nariz y limpiaba el mar de lágrimas que había inundado su cara, se levantó solo para propiciarle una larga serie de suaves golpes en la espalda.

  -No me juegues bromas así Kara, un día terminarás por matarme del susto.

  Bueno, tal parece que de verdad se había pasado molestándola. Pero ¿Quién podía culparla por molestar a una joven tan adorable como Clara? El simple hecho de ver su rostro enfadada no hacía más que incitarla a continuar molestándola.

  Después de una larga serie de protestas de parte de su joven aprendiz, al fin se decidió por ir a dormir por primera vez después de la larga velada que tuvo que pasar de guardia. Ahora era su turno para cuidar de la adorable princesa, quien misteriosamente no se había despertado después de tal aparatoso escándalo.

  Para evitar perturbar el sueño de la pequeña, se dedicó a limpiar la habitación y preparar todos los utensilios necesarios para su labor. Desde los pañales de tela fina impoluta y suave, hasta las cremas y los talcos necesarios para limpiar el cuerpo de la princesa.

  Mientras preparaba las ropas de su alteza, recordó que la pobre Clara menciono que había olvidado bañarla antes de acostarla. Por lo que comenzó a preparar un exquisito baño digno de una princesa. Aunque para ello necesitaría ayuda de alguna de las sirvientas, pues era impensable que se dejara sola a la niña indefensa.

  Esperó con la puerta abierta hasta que pasó una sirvienta a quien le pidió que le trajera una tina pequeña y el agua caliente que usaría para bañar al infante con delicadeza suprema. No se preocupó por pedir jabón u otros utensilios de baño, desde hace meses que el Rey había comprado lo mejor del mercado para su tesoro adorado.

  Espero pacientemente a que la sirvienta llegará, mientras lidiaba con la tan problemática situación en la que se encontraba ¿debía de despertar a la princesa o esperar a que despertará? Si la despierta llorará sin parar, pero si espera el agua se enfriará y se podría enfermar.

  Cuando la sirvienta llego ya había tomado una decisión, y por más que en su corazón pesará tendrá que perturbar el sueño de la pequeña que en la cuna descansaba.

  Levanto suavemente a la pequeña bella durmiente, solo para sobresaltarse con el llanto del pequeño infante, quien se había molestado por que habían interrumpido su placido letargo.

  Rápidamente Kara se dispuso a sofocar el pequeño berrinche, pero no hay mucho que dialogar con alguien que ni siquiera puede hablar.

  Con suma dificultad, y una resistencia brutal, al final logro meter a la pequeña en el tibio mar que habían reservado para ella.

  Mientras gritaba y agitaba sus pequeñas manos, descubrió el entretenimiento ilimitado. El agua era sumamente cómoda, tanto que le recordaba el lugar donde había estado antes de poder respirar, por lo que comenzó a chapotear y lanzar el agua por todo el lugar. Para ella era un juego que nunca deseaba terminar, pero lamentablemente no se podía quedar todo el día jugando en la tina.

  Después de un largo y difícil baño, había logrado dejar completamente inmaculado el delicado cuerpo en porcelana tallado. Pero su ardua lucha aún no se había terminado, debía de vestir a la pequeña muñeca antes de que algún insecto malvado se atreviera a ir por ella.

  El pañal de la más fina de las telas, cubrió su intimidad después de ser untada por las cremas y los aceites que solo la realeza usaba debido a su delicadeza extrema.

  Unas pequeñas medias rojas cubrían sus pequeños pies del incansable azote de la naturaleza, pues el verano había comenzado, pero el invierno aún no se había marchado.

  Un pequeño vestido de seda azulada y bien decorada, que fue hecho a medida para ella, cubría desde sus piernas hasta sus brazos con elegancia y delicadeza.

  Una pequeña boina blanca cubría su cabeza, como su cabello se escapaba del alcance del vestuario de su cabeza, parecía una pequeña nube que cubría la blanca nieve con plata y delicadeza.

  Ese era el vestuario de hoy para la princesa. Aunque no se presentaría ante nadie de la alta nobleza, por orden de la reina debía de vestir como una dama incluso antes de que pudiera darse cuenta.

  Con la joven Jessica en brazos, tomó su bolso repleto de todo lo que pudiera necesitar para cuidar de su alteza, y lentamente salió de la habitación para dar inicio a la atareada agenda de la princesa.

  Pese a solo tener unas pocas semanas de haber comenzado a explorar el mundo, ya tenía una larga lista de tareas de las que se debía de ocupar.

  Primero irían al patio, que en cuestión de un par de días se había convertido en la sala de juegos de su alteza. Hay pasarían una buena parte de su día jugando y explorando todos los elementos de la naturaleza, desde la tierra hasta la arena, la humedad y la sequedad, el calor y el frio imparcial. Por lastima, aún era demasiado joven para jugar con la gran cantidad de juguetes comprados impulsivamente por su majestad.

  Así que se tenía que conformar con aquellos que pudiera usar.

  Justo ahora se encontraba una pequeña montaña nevada con plata escarchada, intentando calzar una pieza de madera cuadrada en una cavidad circular… Se veía demasiado adorable como para poder soportar más de diez segundos sin saltar hacia ella para a abrasarla sin parar, pero era su labor aguantar esta tentación brutal, pues si interfiere la pequeña no podrá experimentar hasta acertar.

  Una vez un gran hombre dijo “la mayor capacidad de la humanidad, es su curiosidad y su deseo de experimentar” Así que era su labor, su curiosidad despertar, y permitirle experimentar para que así la respuesta pueda encontrar…

  Aun así, no pudo resistir más de tres minutos sin irla a apoyar, indicándole el lugar donde la pieza podría calzar. Aquella sonrisa de alegría al ver como la pieza se deslizaba suavemente por la entrada hasta desaparecer dentro de la pequeña caja, es algo que jamás podrá olvidar. Esa simple sonrisa, sin que pudiera darse cuenta, le había marcado de por vida.

  Estuvieron jugando en el exterior por más de una hora hasta que el pequeño cuerpo de la princesa ya no se quisiera mover más y la forzara a reposar. Era impresionante como un niño de tan temprana edad era capaz de jugar por tanto tiempo, pero era necesario, pues de lo contrario el sello en su espalda no podrá contrarrestar el crecimiento de su maná por estar en inactividad.

  Pero ese era un problema del cual ella no se debía de preocupar, justo ahora era más importante continuar con la agenda de su alteza.

  Después de un pequeño descanso para su cuerpo exhausto, era la hora de desayunar, pues su pequeña pancita retumbaba sin parar.

  Como siempre, la reina había abandonado su trabajo para alimentar a su adorado capullo plateado.

  Anastasia II Tachýtita, también conocida como la reina de hielo o el demonio del dinero. Era conocida por ser una completa fiera en lo que los negocios en lo que ella era influía, pues, bajo su mando el país nunca había sido derrotado ni arrinconado. Ella era un auténtico demonio para cualquiera que intentara flaquear la economía extranjera, pues bajo su dominio bailaban casi todos los países de la tierra.

  Seguía siendo un misterio para ella como un ser tan macabro como la reina podía tener una expresión tan bella. Pues frete a ella lo único que veía era a una cariñosa madre amamantando amorosamente a un fino capullo plateado, su rostro no reflejaba al monstruo que tras de ella habitaba.

  La mujer más bella, compararse con ella simplemente era algo que tu mente no podría aceptar, ni mucho menos menospreciar. Era conocida en el mundo por ser una mujer aterradoramente capas, brutal a la hora de negociar y sin miedo a emplear el mal para sus objetivos lograr.

  Aterradora y misteriosa, nadie sabía cuándo su rostro decía una mentira; y ahora el monstruo al que gran parte del mundo temía se encuentra con una alegre expresión mientras alimenta a su pequeña hija. Cualquiera podría leer lo que pensaba con tan solo ver su expresión… Esta niña hacia que la Reina de hielo floreciera y mostrara su privada primavera a cualquiera.

  Que aterradora que es la influencia que ha tenido la pequeña princesa, para cambiar de esa manera a las dos personas más temidas en el planeta.

  No tenía otra opción más que esperar a que su alteza estuviera satisfecha, cualquiera que le interrumpiera durante esta tan importante labor seria decapitado sin derecho a pedir perdón.

  Era un momento en el que simplemente podía sentarse a observar esta maravillosa, pero perturbadora escena. Donde un demonio le da armoniosamente de beber a un ángel que acaba de nacer.

  Cuando la pequeña había terminado de comer, al fin se pudo volver a mover. La reina, quien hace tan solo unos segundos tenia pegada una sonrisa materna ejemplar, ahora había deformado en el rostro usual e inhumano que suele mostrar.

  Todo su cuerpo se había paralizado en cuanto esos ojos despiadados la enfocaron.

  Sin decir una sola palabra se acercó y le entrego al bebe, le sonrió alegremente a la niña, pero en cuento levanto la vista me mostro una mirada cruel y despiadada.

  Esos ojos azules, tan vacíos y desconsiderados como el océano que mata a cualquiera sin mostrar un solo atisbo de piedad, eran una amenaza clara como el agua “cuídala bien o un destino peor que la muerte misma te esperará”. Estaba aterrada, mis piernas deseaban temblar sin parar y el peso en mis brazos se sentía mucho mayor que cualquiera que haya cargado.

  Esta escena se repetía todos los días, este momento donde si mi valor flaqueaba y mis piernas temblaban… No, ahora tengo cosas mucho más importantes que hacer. Si la reina me ve perdiendo el tiempo me castigará sin piedad.

  En este momento debía de apresúrame en llegar a la biblioteca, pues dentro de poco un músico profesional vendrá a palacio para deleitar a la pequeña princesa con su concierto privado diario.

  Recorrieron nuevamente los largos pasillos de mármol, contemplando a las plantas florecer a través de las ventanas.

  No tardó mucho para que llegarán a la biblioteca, pero la pequeña ya estaba algo somnolienta. Con su estómago lleno justo después de haber estado jugando toda la mañana, era natural para un niño de su edad quedarse dormido en cuando la dejaran de agitar.

  Entraron en la biblioteca donde un famoso violinista las esperaba para comenzar a tocar.

  Como era de esperarse de un músico reconocido por su majestad, al escucharlo tocar una sola vez ya la había hecho llorar. Nunca hubiera imaginado que una madera hueca y un par de cuerdas lograran resonar tan fuerte en mi alma, hasta el punto de hacerme llorar con tal facilidad. Es una verdadera pena que la princesa no le haya escuchado tocar.

  Aunque estoy segura de que los sentimientos de este gran artista intento expresar, resonaran fuertemente en el alma de la princesa y se grabaran firmemente en su pequeño corazón.

  Estoy extremadamente avergonzada, desearía con todas mis fuerzas quedarme a escuchar el hermoso arte que brota de las manos de esta persona. El simple hecho de oírlo tocar, llena mi alma de alegría y le deja a mi cuerpo descansar.

  No me quiero marchar de este lugar. Anhelo con todas mis fuerzas escuchar esta bella melodía hasta el final, pero mi final no llegará tan pronto como me gustaría desear, después de todo mi vida le pertenece a este lugar.

  Con un infinito pesar en mi corazón, me disculpe una y mil veces con el autor de esta canción. Por más que desee quedarme a escuchar esta canción toda mi vida, aún me queda una larga vida que pagar.

  Sin más preámbulo salí como pude al pasillo marmoleado, y antes de que mi corazón pudiera arrepentirse de mi imprudente decisión, me dirigí rápidamente al exterior para continuar con mi labor.

  La siguiente actividad de la princesa le tomará hasta que el ocaso aparezca, y aunque sea extensa, he de apresurarme en entregarle al mago la joven princesa.

  Comienzo a arrepentirme de haberme perdido en los ojos de ese hombre que logro llegar a mi corazón simplemente balanceado su mano al son de una bella canción. Rodrigo es un hombre tan despreocupado que nunca nadie creería que tiene un gran cargo, pero ello no significa que deje de ser estricto con su insaciable trabajo.

  Como es una buena sirvienta, nunca podrá perdonarse si hace llegar tarde a la princesa.

  Debían de atravesar todo el pasillo para llegar a la torre del mago, que seguramente les esperaba dormido sobre sus libros.

  Recorrer todos los pasillos definitivamente le hará llegar tarde, pues dar un rodeo tan grande sin evitar perturbar el sueño de la princesa sería una tarea titánica sin igual.

  Para evitar una tragedia se decidió por atravesar el jardín central, ese hermoso pastizal repleto de flores que cualquier mujer podría llegar a adorar.

  Sin importar cuantas veces me reafirmen esta realidad, sigue siendo imposible para mi creer que un hombre como su Majestad, tendría la delicadeza para disfrutar de este lugar.

  Un mar de flores, de todo el mundo rodean, el sendero central hasta llegar a la pequeña mesa donde suele disfrutar hablar en privacidad o simplemente disfrutar de un té en paz.

  La vista es simplemente impresionante, grandes y coloridas figuras se levantan sobre esta gran pradera. Ni una sola se repite por más de una semana, definitivamente los jardineros deben de trabajar duramente para mantener este lugar tan inmaculado como lo desea la realeza.

  Los pasillos conectan las cuatro grandes torres del castillo, con la sala del té como conexión principal. Desde cada uno de los pasillos se extienden innumerables caminos para que el rey se deleite al recorrer el grandioso jardín bajó su dominio.

  No importa las veces que lo vea, siempre le impresionará ver el mar de colores que existe en este lugar. Hubo una vez en la que intento aprender el nombre de algunas de las flores, al final se desanimó al darse cuenta que las flores en este lugar superar al millar.

  Ni siquiera el pasillo es un lugar normal, pues has de caminar sobre miles de florecientes lirios de pascual; una planta tan maravillosa que le permite a las personas caminar sobre ella tan cómodamente como si fuera una firme piedra, todo esto sin perder su belleza ni mojar los pies de quien camine sobre ella.

  Bajo sus pies, una enorme fuente corría sin descansar, pues de cada torre caía una catarata hasta el jardín central. Las pequeñas gotas que saltan al chocar plagan de hermosos arcoíris todo el lugar, mientras que las plantas flotantes iluminan el cielo para que cualquiera pueda disfrutar de este espectáculo incluso cuando el sol ha dejado de brillar.

  Innumerables arcos bellamente decorados marcan el paso, cada uno de ellos con flores que ofrecen un espectáculo sin igual. Las gardenias dracónicas lanzan una pequeña llama del mismo color que su flor, mientras que las rosas vanidosas que lanzan esporas todo el año sin parar solo para destacar un poco más; es una suerte que el Rey adore disfrutar del sublime aroma que dispersan por todo el lugar.

  En este inmenso mar de flores es sumamente fácil quedarse pasmado observando este maravilloso deleite visual, pero justo ahora no puede darse el lujo de contemplar plenamente este lugar.

  Aunque eso es lo que le gustaría pensar, sigue siendo imposible para una mujer como ella que aprecia las cosas bellas simplemente ignorar las flores que luchan por destacar.

  Los claveles que cantan hermosas canciones, los tulipanes lanzando pequeños chorros de agua para formar hermosas figuras en el cielo.

  Las orquídeas, que lanzan sus flores por el aire, danzan por todo el campo hasta que caiga la tarde.

  Cual pintura que se había manifestado en medio del mundo terrenal, ese el nivel de escándalo que provocaba observar este lugar.

  Era tan irreal, que no le importaría morir en este lugar. Pero no se puede dejar llevar por los deseos de su cuerpo carnal, pues su existencia le pertenece a la realeza, y ahora debe de transportar a la princesa.

  Fue un esfuerzo casi inhumano, el lograr que sus ojos se centraran en la gran torre sé que levantaba al otro lado de este mortal mar distracciones y colores.

  En este momento su mundo era habitado solamente por ella y la pequeña princesa, caminando hacia la torre que brillaba con fiereza. Los destellos blancos y azules reflejaban el brillo del astro redentor en las paredes de la imponente atalaya.

  Antes de que pudiera darse cuenta, ya había llegado a la imponente puerta de pulcra madera que la separaba a ella del desastre que seguramente encontrara al otro lado, pues no hay un hombre más propenso al desastre que el mago Rodrigo.

  Al abrir la puerta, tuvo que agacharse para evitar que un libro la golpeara en la cabeza. A la vez que el brusco movimiento perturbaba el apacible sueño de la princesa.

  Cualquier niño hubiera comenzado a llorar de inmediato, pero la joven Jessica estaba mucho más interesada en observar el irreal mundo que volaba sobre su cabeza.

  Cientos, si no es que miles de libros volaban cual aves en la estación seca. Saltando de las estanterías para aterrizar en las manos del hombre que se sentaba encima de una gran pila de libros, la gran pila había tomado la forma de una cómoda silla donde el hombre descansaba mientras los libros hacían fila. Junto a él se encontraba una indecente montaña de papeles, algunos en blanco y otros completamente teñidos por letras. El olor del papel y la tinta se habían apoderado de la habitación completamente.

  El hombre leía profusamente las páginas que le pasaban constantemente por el frente, mientras que sus manos nunca dejaban de escribir en la libreta que descansaba en sus manos. Las hojas del cuaderno volaban cuando su blancura se había profanado, dándole espacio a una nueva que saltaba desde la pila antes de que el hombre pudiera poner su pluma nuevamente sobre el papel.

  Sin importar cuantas veces lo viera trabajar, le seguía impresionando como la primera vez que le fue a llamar. Le era imposible creer que un hombre tan respetable como el que aparentaba ser, fuera la misma persona despreocupada y desinteresada que conocía tan bien.

  Pero ahora el verdadero problema estaba a punto de comenzar, pues sacar a un mago del calibre de Rodrigo de un estado de concentración total requería del uso de la brutalidad.

  Con el mayor cuidado para evitar incomodar a la pequeña que descansa en sus brazos plácidamente, tomo uno de los libros que revoloteaba por toda la sala y lo arrojó con fuerza a la cabeza del respetable sabio.

  – ¡Despierta gran vago!

  Las primeras palabras que le había dedicado a una persona con una autoridad mucho mayor que ella, fácilmente le hubieran comprado una larga condena en las almenas, pero todos en el castillo estaban acostumbrados a tratar duramente al despistado mago.

  -Kara, bienvenida. ¿Qué te trae a mi humilde morada?

  Incluso la persona misma ya se había acostumbrado a ser tratada con rudeza por su falta de conciencia, incluso hubo una vez donde tuvieron que apuñalarlo para que saliera de su estado de inconciencia.

  Pero su amabilidad no compensaba su falta de perspicacia, pues nuevamente se había olvidado completamente de la labor que tenía entre manos.

  Kara no dijo una palabra, solamente señalo a la niña entre sus brazos, esperando que el ignorante recordara el motivo por el que había llegado.

  – ¿Quién es la preciosa niña que traes entre tus brazos? ¡¿Cuántos meses han pasado para que dieras a luz sin que pudiera darme cuenta?!

  – Tan idiota como siempre amigo mío, solo han pasado un par de semanas desde el nacimiento de la princesa. El rey se reúsa a esperar un segundo más sin que ella reciba la educación necesaria para que sea liberada del sello colocado en su espalda.

  El rey no había parado de incordiar a Rodrigo para que encontrara un remplazo, estaba completamente determinado a hacer que el mago le enseñara a la princesa. Lastimosamente para ambos, el puesto de mago real requería de un talento sobrehumano, por lo que encontrar a alguien que pueda tomar su lugar era una labor mucho más difícil de lo que el monarca se podía imaginar.

  Dos semanas fue el tiempo máximo que pudo esperar antes de interrumpir bruscamente el trabajo del mago y forzarlo a cuidar a de la pequeña.

  A pesar de los cuestionamientos de los demás, el comportamiento del rey es una muestra de una incomparable sabiduría. Mientras que muchos creerán que una cantidad colosal de mana es un asunto para celebrar, la realidad dista mucho de la creencia popular, pues el tener una reserva de mana tan amplia como altamar lo único que conseguirá es destrozar completamente su cuerpo cuanto intente usar un mínimo de magia para caminar.

  -Recuerdo que Jorge me pidió que le enseñara magia a su hija… Pero aun no encuentro a nadie que pueda remplazarme. Enseñar magia es algo muy complejo y que requiere de mucho tiempo. No puedo dejar mis deberes de lado solo por cumplir uno de los caprichos del rey.

  Aunque sea difícil para ella aceptar su protesta, la verdad es que el trabajo del mago real es vital para que el reino pueda progresar. A pesar de saber que tiene razón al negar su atención, su deber es hacer que este lamentable hombre cumpla con la labor que el rey le encargo.

  -Rodrigo Itinerantur, por decreto real, tus labores como administrador han sido suspendidas por un plazo de cuatro años. Durante este tiempo te dedicaras a enseñarle magia exclusivamente a la princesa. Mis palabras son la voz de Jorge I Aeráki, tu rey y gobernante.

  El mago guardo silencio, cualquiera que viviera con la realeza sabía que las palabras que acababa de mencionar la joven sirvienta tenían consigo el peso completo de una nación completa.

  Era imposible para él negar una petición de su alteza.

  Con un movimiento grácil el mago coloco su rodilla en el frío suelo de mármol, bajó la cabeza y hablo con dignidad y presteza.

  -Yo, Rodrigo Itinerantur, primogénito de la casa Itinerantur, mago real de la capital de Gitis Mageias y fiel servidor de la ciudad de Pachni. Juro en este momento hacerme cargo de la educación de la princesa Jessica Aeráki Tachýtita.

  Un juramento que demostraba su completa entrega a cumplir esta tarea, esta es la mayor muestra de respeto y lealtad que alguien puede dar.

  En el momento en que termino de pronunciar esas palabras, se levantó y con una leve reverencia tomo en sus brazos a la princesa.

  -Kara, envíame un informe más tarde con la rutina de la princesa, debe de ser lo más preciso y detallado posible. Como su mentor me asegurare de que cada actividad beneficie a la pequeña de la mejor manera… Parece que será una larga semana sin poder descansar.

  Sabía perfectamente lo que la petición del rey significaba, no había nadie que pudiera tomar su lugar en la corte real. Esta era la razón por la que el rey se había apresurado tanto con su veredicto, pues no podrán conseguir un remplazo hasta dentro de muchos años.

  Tal parece que su colosal pila de informes y papeles deberá de ser terminada en la mañana, para poder encargarse de educación de la princesa hasta que esta sea vencida por la fuerza de la luna y las estrellas. Será entonces donde Rodrigo tendrá que seguir trabajando sin parar… Una tortura inhumana, un castigo que no se había ganado, pero definitivamente un sacrificio que había aceptado.

  Solo deseaba que el rey le hubiera dado un par de días más para que pudiera terminar un círculo mágico con el que poder tranquilizar su el interminable letargo que estaba a punto de afrontar.

  Pero antes de caer en la desesperación total, es imperioso aprovechar este invaluable momento, donde enseñar magia no le interrumpirá a la hora de trabajar.

  Los miles de libros que volaban por la sala, acompañados por los que formaban la zona de trabajo del desordenado mago, saltaron y planearon hasta su lugar en la estantería. Un baluarte de madera cubre completamente las paredes interiores de la magnánima torre, cada centímetro de ella es ocupada por millones de libros ordenados de tal manera que solo el joven mago es capaz de afirmar que este lugar estaba perfectamente organizado.

  En menos de un minuto, la bulliciosa sala había quedado completamente vacía, dejando en ella solamente un sofá de cuero y las personas que la residían.

  Frente al mago se manifestó una pequeña nube azul, con una delicadeza como si estuviera tocando una flor, en ella a la princesa colocó.

  La nube se envolvió a su alrededor, cual amorosa madre la arropó, alejándola lentamente de los brazos del hombre para dejarla flotando en medio de la habitación.

  Lentamente una delgada niebla blanca comenzó a apoderarse de la torre.

  La bruma comenzó girar por toda la habitación, lentamente cambiando su forma a un fino hilo blanco. Del etéreo cabello comenzaron a nacer cientos de pequeños animales, los cuales rápidamente adoptaron sus tintes y colores.

  Un pequeño mundo fue creado para volar alrededor de la nube donde descansaba la niña, se acercaban y alejaban dejándole que los tocará, pero escabulléndose de sus pequeñas manos.

  -Rodrigo ¿Cómo se supone que esto ayude a la princesa?

  -Aunque pueda parecer un simple acto para llamar su atención, la realidad es que es un ejercicio indispensable para su educación.

  Fue sumamente extraño para Kara ver al mago acercarse a la estantería en la búsqueda del libro que necesitaba, pues siempre los llamaba y ellos saltaban. Pero ahora estaba caminando y buscando entre los cientos de tomos que le rodeaban.

  -Ahora mismo ella se encuentra rodeada de mana extremadamente denso, es eso lo que la hace flotar en el aire, mientras que los animales que vez rondando son masas de mana en constante circulación.

  -Soy una sirvienta, explícate mejor.

  Una pequeña sonrisa floreció en el rostro del autor de tan irreal manifestación, estaba acostumbrado a que las personas no comprendieran los complejos principios bajo los que se maneja el poder irracional conocido como magia.

  -Para explicarlo mejor, ahora mismo Jessica está sumergida en una piscina de mana, y le di algunos juguetes con los que pueda jugar. Hago esto para que se acostumbre a percibir el mana que existe a si alrededor.

  -Entiendo, es como lo que hice en la mañana al estimular su tacto y olfato.

  – ¡Exacto! Es el mismo proceso que estoy aplicando. No puedo enseñarle algo que es incapaz de percibir. Generalmente, los magos comienzan a sentir el mana instintivamente, pero debo de acelerar ese proceso y hacer que pueda sentirlo cuanto antes.

  No se necesitaban más palabras, fue con esa simple explicación que la ignorante sirvienta logró comprender la extensión de la situación.

  Incluso un plebeyo sabe que al usar magia el mago se cansa, lo que está haciendo este hombre es usar toda su magia para ayudarle a la princesa a despertar como una maga. Estaba forzando el nacimiento de un mago, esos exiguos seres que rara vez aparecen en la ciudad.

  Rodrigo estaba forzando el nacimiento de un prodigio en un millón, acelerando por muchos años el despertar de un mago natural.

  Kara comprendía perfectamente que esta labor solo podía lograrse gracias al irracional conocimiento del mejor, eran en momentos como estos los que exaltan la grandeza de este despistado señor.

  Sin más que decir, la sirvienta dejó la habitación. Mañana en la mañana vendría por la princesa para retomar su labor, pero ahora era imperante que terminara la rigurosa petición del hombre que controla la mitad de toda una nación. El mismo hombre que hace solo unos momentos había golpeado e insultado, aquel al que había forzado a arrodillarse a sus pies. Ese hombre con una actitud que nunca refleja su magnitud.


Autor: Aldohnc

Editora: Rosi