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Partu Deorum

«El Nacimiento de los Dioses»

 

Capítulo 9: El demonio esclavizado. 

 

En cuanto lograron vislumbrar las puertas de la ciudad, Ruberias había comenzado a pensar en cómo le lograría explicar a su comandante lo que había pasado en ese lugar. Cero supervivientes, la ciudad fue reducida a cenizas y lo única señal de vida que encontraron resulto ser un niño demonio enterrado bajo una montaña de cenizas.

El mismo demonio que ahora estaban transportando a la ciudad donde podría causar aún más estragos… ¿Pero que se supone que debía hacer? ¡Esa maldita cosa no muere sin importar lo que le hagamos!

Intentamos ahogarlo, pero el bastardo ni siquiera necesitaba respirar para que su corazón siguiera palpitando.

Lo decapitamos, pero su cabeza volvió a crecer.

Lo envenenamos, pero su cuerpo solo sangró hasta que termino expulsando todo el veneno de su cuerpo.

Intentamos quemarlo, pero ¿qué podría hacerle una simple llama a un demonio que las controlaba? Fue tan estúpido que casi mato al idiota que se le ocurrió tal brillante idea.

Además, en cuanto se recuperaba por completo el bastardo se envolvía en llamas y era aún más difícil el controlarlo.

Nos quedamos sin opciones, solo espero que el Comandante tenga un celebro mucho mejor que el mío y el de mis soldados.

Decidimos esperar fuera de la fortaleza, a una distancia lo suficientemente grande como para que las llamas no llegaran a los muros. Ya habíamos perdido suficientes hombres intentando apaciguar esas malditas llamas, una vez que eso te toca no tienes otra opción que suicidarte, pues no importa lo que hagas nunca podrás apagarte.

Sin importar lo aterrador que pueda llegar a ser un demonio inmortal, lo más terrorífico era la maldición de las llamas. Esas llamas malditas no se detendrían hasta convertir todo tu cuerpo en cenizas, no dejarías de arden incluso si se ahogabas o te suicidabas. El destino de cualquiera que tocará esas llamas era una dolorosa e inevitable muerte, en la que hasta su sangre sería consumida por las llamas.

Pero todos esos sacrificios no fueron en vano, gracias a ellos logramos encontrar una forma de contener la maldición de las llamas. El demonio no podía crear llamas mientas su cuerpo era triturado y tampoco podía quemar la tierra, esas fueron las únicas contramedidas que encontramos para retener a ese bastardo.

La pregunta era ¿Qué deberíamos de hacer con él? Todo nuestro batallón estaba de acuerdo en lanzarlo al mar de arena para que los monstruos se encargaran de torturarlo, pero dejar a un monstruo como este crecer y volverse más fuerte era un peligro mayor que un par de ciudades en llamas.

Interrumpiendo en la oficina del comandante pase a dar un informe detallado de todo lo que nos había pasado. Su rostro pasó de ser uno estoico y desinteresado a uno pálido y aterrorizado, no lo culpo, yo mismo vomite muchas veces mientras observaba su cuerpo descuartizado regenerarse lentamente.

Pero la mayor sorpresa que tuve fue ver al generar con una sonrisa de oreja a oreja.

-Esto es justamente lo que estaba buscando el emperador, un arma capaz de arrasar ciudades completas sin siquiera sudar. Trae al demonio, he pensado en la gloria que le traerá al imperio ¿Dices que no puede quemar la tierra? Entonces lo único que necesitamos es contratar a algún mago de tierra para que pueda encarcelarlo.

– ¿Encarcelarlo? ¡¿Acaso planea conservar a ese demonio?!

-No solo planeo conservarlo, vamos a entrenarlo. Si ese niño demonio tiene al menos la mitad de la inteligencia de un humano, simplemente tendremos que lavarle el celebro y convertirlo en una herramienta para el imperio ¡Solo imagina lo que lograría si se le soltará en el campo de batalla! ¡Imagina las ciudades de nuestros enemigos ardiendo en llamas! Sería el arma perfecta para el imperio, tan aterradora y despiadada, unas llamas que no perdonan nada ¡Serán las llamas de la furia de nuestro imperio! ¡QUIEN SE ATREVA A DESAFIARNOS TENDRÁ QUE ENFRENTARSE A LA IRÁ DEL IMPERIO!

El comandante se había vuelto completamente loco… ¿Cómo diablos espera poder controlar a ese monstruo? Además, planea entrenarlo… Solo espero que encontremos una mejor forma de amaestrarlo, porque la simple idea de tener a un monstruo como ese de nuestro lado permitiría que el imperio reclamará al mundo bajo su mando…

Si… definitivamente… yo también me estoy volviendo loco por pensar que esta puede ser una gran idea.

Las próximas semanas nos dedicamos a buscar una forma en la que poder contener a ese demonio.

Parece que incluso es capaz de calcinar el ladrillo, pero no el barro. Casi pensé que en vez de construir una celda estábamos construyendo una forja, debía de tener una salida de aire para que las llamas no explotaran… Ya habíamos perdido a un par de magos por culpa de dejarlo completamente encerrado.

También logramos descubrir que el mithril y el oricalco son inútiles contra sus llamas, el lado bueno de esto es que podemos usarlas para fundir estos valiosos metales.

Después de todo, en Génova el mithril y el oricalco no son escasos, el problema es encontrar una manera de trabajarlos. Porque solo los malditos enanos conocen la forma de manipularlo, pero gracias a este demonio ahora podemos derretirlo y moldearlo.

Traer a este bastardo hasta aquí valió totalmente la pena, solo su capacidad para fundir mithril le da más valor que cualquiera de las ciudades que dominamos. Pronto, las legendarias armas que solo blandían los nobles más adinerados podrán ser distribuidas a todo nuestro ejército.

Con la ayuda de este demonio podremos tener una tropa indestructible.

Con respecto al entrenamiento de nuestra querida forja, se decidió crear una prisión para nuestro demonio. Echa de un grueso muro de tierra, una alta chimenea para evitar que todo vuele por los aires, un gran domo subterráneo para nuestro pequeño demonio y una serie de forjas aprovechando cada centímetro del espacio.

En este domo de piedra es donde lanzaremos a todos los monstruos que atrapemos ¿Qué mejor forma de entrenar a un monstruo que haciendo que mate a otros monstruos? También se convertirá en el lugar perfecto para lanzar a todos aquellos que osen con revelarse contra el imperio.

Por el bien del imperio también tuvimos que encontrar una forma en la que podamos neutralizar al demonio para poder convencerlo de ser una herramienta del imperio.

Aprendimos que al bañar al demonio con arena del desierto dejará de producir sus llamas, por lo que siempre que veamos que se descontrola, o cuando algún soldado quiera divertirse un rato, solamente debemos de bañarlo con arena y se volverá manso.

¡Este será el comienzo de la era dorada del imperio!

Autor: Aldohnc