Muñeca de cera

Muñeca de cera

Estoy profundamente disgustada con mi creador.

Él ha hecho auténticas obras de arte, muñecas tan bellas que dejarían a cualquiera con la boca abierta. Pero a mí no me hizo tan bella, solo soy una muñeca simple como cualquiera.

Mi mayor sueño es convertirme en una muñeca que pueda robarse las miradas de cualquiera, tan bella como un ángel en la tierra.

Pero mi creador me ha enjaulado en esta horrenda apariencia, una cruel celda de la cual nunca podré escapar… O eso fue lo que yo creía.

Un día, una vela entro en la habitación. Con su cálida llama derretía el cuerpo de las otras muñecas para así volverlas aún más bellas.

Eso me hiso caer en la desesperación ¿Por qué embellecer a las muñecas hermosas y no reparar a las feas como yo? ¿Por qué el creador me priva de la cálida llama de la vela? ¿acaso estoy condenada a ser horrenda?

Anhelaba ese calor más que cualquiera, deseaba reparar mi apariencia y superar a cualquiera de las bellezas creadas por mi egoísta escultor. Le demostraría que puedo superar a cualquiera de sus obras maestras.

Fue así como me acerque a la vela mientras el creador no observa.

El calor del fuego se llevaba consigo todo mi dolor, cualquier aflicción pronto se evaporó, y con ella el dolor de estar encerrada en esta horrenda prisión.

Queme mi rostro con fervor, lo moldee y lo repare. Con la ayuda de un espejo me convertí en la bella muñeca que debí ser incluso antes de nacer.

Mi rostro estaba terminado, era inmaculado, más bella que los ángeles de Dios. Ahora mi rostro al fin había alcanzado la perfección.

Fue cuando pensé ¿Por qué conformarse solo con tener el mejor rostro de la creación?

Ahí fue cuando la avaricia me consumió.

Para tener la mejor apariencia de la creación, le robe cera al creador. Quería pegarla a mi delgado cuerpo con la ayuda del calor, para así darle una figura que ni siquiera la mejor obra del creador pueda superar.

Pero fue iluso de mi parte creer que el resto no notaria el brutal cambio en mi aspecto, y pronto todas las muñecas del taller habían comenzado a imitar mi hacer y mejorar su propio ser.

El día que vi a una muñeca más bella que yo, la ira me consumió ¿Cómo es posible que exista alguien más hermosa que yo? Yo que soy la que ha superado al creador, he sido superada por una cualquiera.

Este es un crimen imperdonable. La envidia atacó mi interior con el fervor del sol, tal era mi odio que sentía que pronto comenzaría a derretir mi rostro.

Volví a la vela, mi única salvación, y con gran desesperación moldeé mi rostro para hacerlo aún mejor.

Después de mucho tiempo, al fin había logrado superar a esa perra. Pero ahora tenía que hacerla caer en la desesperación, era mi obligación ser más bella que cualquiera.

Volví a robarle cera al creador, y con ella cambié mi cuerpo para hacerlo incluso mejor.

Había hecho un trabajo hermoso, estaba segura de que no existiría nadie que pudiera igualar mi sobrecogedora belleza.

Cuanto odie a la persona que me demostró que todo lo que creía se podía llevar más halla de mi imaginación.

Antes de que pudiera darme cuenta estaba rodeada de muñecas que imitaron mi acción, y que ahora eran tan bellas como yo.

Entre todas estaba ella, la obra maestra del creador. A la que solo le hisó falta un poco de calor para superar con creses mi arduo trabajo en la búsqueda de la perfección.

Esta vez estaba decidida a llevar todo al extremo, yo superaré la perfección. Seré tan bella como Dios.

-Pequeña muñeca, nunca te diste cuenta de tu terrible error. Tu siempre fuiste mi mayor y más hermosa creación.

Una muñeca amable, dulce y adorable; tan cálida como un rayo de sol, y más amorosa que mi propia madre.

Desde el día que te cree ya habías superado a la perfección.

Trabaje años para crear la mejor cera, aquella que diera nacimiento a la muñeca perfecta.

Fue una verdadera lástima que cuando terminara de crearla mis viejas manos ya temblaran. A pesar de que mis manos habían dejado de seguir mis instrucciones, el resultado había superado mis más salvajes deseos.

Eras tan hermosa que las lágrimas empañaron mis ojos.

No sabes cuán grande fue mi dolor al despertar y ver a mi más grande creación arruinada.

Habías fundido mala cera en tu cuerpo, solo para poder tener una apariencia mejor.

Esa noche llore tanto que mis ojos no pudieron más.

Mi más grande creación se había convertido en una horrenda pila de cera sin forma alguna. Tal fue su ambición por encontrar la perfección, que termino consumiéndose a sí misma entre el calor.

Ahora era imposible separar la mejor cera, de aquella triste y mala cera que había usado para moldear su exterior.

La más bella de todas fue consumida por su propia ambición.


Autor: Aldohnc