La Sonrisa de Lázaro Capítulo 7: La batalla de Tilum (2/2)

La Sonrisa de Lázaro Capítulo 7: La batalla de Tilum (2/2)

Los gigantes peludos barrieron las líneas defensivas como si nada, igual que un cuchillo caliente corta la mantequilla.

Esta situación dio la posibilidad de atravesar las líneas para algunos grupos de unidades de los jugadores, rompiendo de una la formación de enanos y salamandrs.

Al ver como esos gigantes se lanzaban sobre ellos, muchos soldados comenzaban a flaquear, la victoria que estaban alcanzando fácilmente se había transformado en una mole de pelo y musculo de más de 5 metros.

Siendo así, Tilum junto a los generales se decidieron comenzar a centrarse en los simios. Volviendo a usar otra vez la debilidad del pelo.

El pelo es una buena cubierta natural contra el frío y depende en que situaciones o que razas, es también una buena armadura. Pero en este caso era un objetivo muy inflamable.

La magia básica de los salamandrs cayó sobre los simios convirtiéndolos en antorchas agonizantes, su dolor se transformó en locura, golpeando a todo aquello que los rodeaba, tanto enemigo como aliado.

 

El líder de este grupo de simios, era el líder de la alianza americana {Wargiants}, siendo el artífice de este ataque en aras de conquistar la que en verdad es la base de Tilum, las (Montañas Negras), una zona volcánica donde Tilum y sus aliados viven en una pequeña ciudad subterránea.

 

El porqué del deseo de obtener estas tierras nacía de sus riquezas y de su actual dueño.

La cantidad de minerales, como el Hierro Volcánico o La Obsidiana Roja, son perfectos para las armaduras y armas, ya sea por sus vetas enormes y su facilidad a la hora de forjarlos.

El otro gran punto es que Tilum, el segundo reencarnado y dueño de la primera facción de Imps, vivía allí.

Cuanto honor daría a su gremio si derrotasen a uno de los reencarnados más poderosos, se llenarían de gloria, muchos negocios llamarían a sus puertas para que él y sus compañeros saliesen promocionando sus productos o cuantos fans tendrían. Además, este honor y fama daría lugar a muchas alianzas queriendo formar coaliciones, pactos comerciales o directamente volviéndose en sus seguidores y estados sumisos.

Entre todo había que recalcar que este ‘gigante’ no era tonto en absoluto, él había planificado todo perfectamente, impidiendo que alguien tan serio como Tilum, le fuese imposible destruir sus suministros o siquiera impedirle entrar en su territorio. Solo ahora, ejército contra ejército, era cuando Tilum pudo llegar a hacer algo contra él.

De entre todos los beneficios, la gloria era el punto más importante para esta alianza, de los tres primeros reencarnados y de entre los más poderosos, Tilum era el más accesible.

 

La pequeña emperatriz vivía en el océano central, donde solo un pequeño puente de piedra te permite acercarte a una parada, donde los magos y magas de agua, generan burbujas para que los comerciantes puedan descender a pequeña ciudad. Estos comerciantes eran transportados por criaturas domesticadas y no se podían salir de la ruta.

En otras palabras, un gran ejercito terrestre como el suyo era imposible, siquiera atacarla de frente y solo si ella y sus ejércitos saliesen a tierra podría pelear en su contra.

En cambio, el tercer reencarnado… él era el peor de los tres, su facción única se especializa en la guerra, son bestias sanguinarias y beligerantes, el creo una facción mercenaria y cualquiera que pueda pagar un precio podría obtener unas pocas docenas de sus unidades. Muchos pensarían que unas docenas son nada más que una gota en el mar de una guerra, pero ese no era el caso.

Sus habilidades absurdas y sus estadísticas locas, transformaban a estas simples docenas de soldados en ángeles de la muerte.

Entre sus habilidades conocidas, se sabe de una que aumenta su fuerza y defensas, tanto mágica como físicas por número de enemigos.

En otras palabras, ellos amaban luchar contra grandes ejércitos y casi seguro acabarían derrotándolos. Ahora pensad, si unas docenas son suficientes para causar pánico, imaginad varios cientos de ellos…

Por eso de entre todos los señores, nadie se atreve a atacar al tercer reencarnado.

 

 

Los simios gigantes estaban comenzando a caer, no sin antes llevarse a docenas de enemigos y aliados por delante. Los magos salamandrs estaban completamente agotados, la artillería había dejado de disparar justo antes de la llegada de los simios, debido a que el enemigo estaba demasiado cerca como para darles sin causar bajas aliadas.

Las unidades de arpías y cuervos de la tormenta sobrantes comenzaron a atacar a las tropas de arqueros y a los exhaustos magos, deteniendo el aluvión de proyectiles.

Las líneas estaban cayendo.

Tilum tenía el cuerpo ensangrentado, repleto de heridas y bañado en sangre enemiga, pero aun así tenía la mente ocupada en cuál sería su siguiente paso.

La derrota no era una opción, justo detrás de él estaba su hogar, con sus ciudadanos, niños pequeños y todo su trabajo en casi 3 años en LAZ (El tiempo en LAZ es 6 veces más rápido que en la realidad, por eso más o menos medio año acaba en 2 años casi 3 en LAZ).

 

En ese momento su mano derecha y señor de los enanos en la montaña negra, Bergit, tuvo una idea.

Mas bien una locura bien pensada, pero para Tilum, una esperanza.

Con sus órdenes preparadas, los capitanes y generales gritaron.

La estrategia consistía en darles la vuelta por completo, romper sus líneas y dejarles pasar, transformar su defensa rota, en un asedio.

Si lograban conseguirlo, los enemigos, a excepciona de los voladores quedarían atrapados dentro, sin sus carros de recursos, sin nada.

Mientras ellos solo tendrían que mantener la línea y seguir recibiendo sus carretas de suministros, es más, tendrían la capacidad de arrebatarles sus recursos.

 

Esta estrategia también significaba perder la ventaja de la defensa en una mejor posición y el tener que mantener una línea impenetrable contra los enemigos hasta que se desgasten, viendo que ya llevaban más de hora y media de batalla frenética y tras correr todo el camino a la colina, no deberían quedarles muchas fuerzas.

Con su empuje, las unidades de reencarnados comenzaron a perforar huecos y entrar en ellos, llegando a su retaguardia y forzándolos a unirse en una pelota. La artillería enana había sido desmantelada para evitar que los enemigos hiciesen un mal uso de ella y la munición lanzada contra los jugadores, aunque sea rodando por el suelo cuesta abajo.

Mientras que las unidades de infantería, arqueros y magos, envolvían al rival, los lobos imps cargaban contra las unidades a distancia que estaban aún más en la retaguardia, estos sin la protección del muro de infantería comenzaron a caer como moscas.

El líder de {Wargiants} no supo cómo reaccionar, no sabía lo que intentaban hasta que vio a las unidades de reencarnados formando una línea detrás de sus tropas y empujándolas cada vez más al centro y más arriba, ya era tarde. Con sus últimas fuerzas pudo acabar con muchas unidades que se habían quedado rezagadas en el centro, siendo aniquiladas.

 

Esta era una de las fallas de esta estrategia, los últimos en salir al exterior estarían muertos sin ninguna duda, siendo un simple sacrificio.

 

Debido al agotamiento y la constante matanza, las unidades de jugadores habían caído drásticamente, mientras que los reencarnados los superaban ligeramente en números, siendo capaces de encerrarlos en un círculo.

 

Este círculo fue cerrándose lentamente, muy poco a poco, pero con ello, más tropas de Tilum y sus aliados podían dejar de combatir y descansar, al poco estas unidades más frescas saldrían a la batalla dejando que aquellos en el frente descansasen, mientras las unidades de jugadores no tenían ninguna pausa, justo cuando no tenían fe en la victoria, Tilum decidió rematarlos, comenzó a quemar sus carros de recursos delante de ellos. Viendo su comida y agua evaporarse o convertirse en ceniza ya no quedaba en ellos ningún deseo de gloria.

 

Si no se rendían no tendrían las fuerzas de regresar a sus respectivos hogares.

 

Con este último martilleo, Tilum logro una victoria pírrica, pero una victoria al fin y al cabo.