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Punto de vista de Gwent

Al mirar a Leva pude ver como su cara se volvía ligeramente pálida y le temblaban las manos.

– Mi señora, ¿me llamaste? – En ese momento, como era de esperar, Lidya vino, ella es la jefa de sirvientes en el castillo y la esposa de Leva, una hermosa sirenoide de escamas rojas y pelo trenzado.

Ella siempre es seria, es una sirviente leal y realmente agradable, además de bella, pero encima de eso, es el talón de Aquiles de Leva, ella siempre lo ata en corto cuando se excede, nunca delante de los demás, para mantener el respeto de su marido como general hacia los soldados, pero era un secreto a voces quien tenía los pantalones en esa relación.

– Nada Lidya, estábamos hablando de como Leva cambio de parecer con Hel y los suyos – Ella asintió.

– Tranquila su alteza, mi marido no volverá a intentar suicidarse, no tengo la intención de quedar viuda, si me necesita estaré en la sala del servicio – Mientras hablaba le dio solo una mirada a Leva y pude notar como este ni respiraba, como si cualquier ruido acabase por despertar a la bestia

– Gracias Lidya – Ella asintió y se fue del salón, dejándonos solos.

– Parece que esta vez sí se ha cabreado – Al escucharme Leva solo suspiro.

– Si usted supiese majestad, llevo desde ese día durmiendo en el suelo del salón, estoy seguro que si no fuese por lo recios que son los muros del castillo, podría haberla escuchado desde la torre más alta a las mazmorras – Leva volvió a suspirar mientras que Luneth y yo casi no podíamos contener nuestras risas.

Tras haber perdido toda la tensión y molestia, gracias a la vida de esponsales de Leva, pude terminar mi desayuno a gusto, aunque solo recordar que viene Marcus, de verdad me enerva.

– Señora Gwent he tenido una buena idea – Luneth parecía entusiasmada con esa «idea» suya, así que solo podía asentir a mi amiga.

– Que le parece si el señor Hel es su guardaespaldas en la reunión con Marcus, como Leva dice, el expira cierta presión, lo que mantendrá a Marcus a raya y lo tendrás vigilado, de esa manera no podrá moverse libremente, dando por hecho de que como es un mercenario es el momento de que haga algo, en vez de quedarse en su casa – Parecía una idea buena, además de que con este puesto «honorable», que sería defenderme, también se puede usar para profundizar una relación entre nosotros como líderes, de esa manera intentar atarlos o por lo menos, mantenerlos como aliados.

Justo cuando iba a asentir, la fuerte voz de Leva resonó en la sala.

– No podemos dejarle la seguridad de nuestra reina a un desconocido, por muy poderoso que sea, su defensa es algo que nosotros, su facción, deberíamos proveer, no un extraño – Las palabras de Leva también tenían razón, dejar mi vida a alguien ajeno es una estupidez, pero eso sería si este mundo no fuese LAZ, si muriese simplemente reviviría, dándonos a conocer que él es un enemigo y acabaría muriendo, así que no traería ningún beneficio a su persona,

Tras unos momentos de reflexión, decidí hacer caso a Luneth.

– Lo he decidido, Leva llama a Hel y tráelo – Leva me miro y suspiro impotente.

– Mi señora, ¿no hay nada que este sirviente pueda hacer para que cambie de opinión – Parecía realmente renuente a dejarme en la protección de Hel y yo lo entendía, como reina debo siempre permanecer con vida, como un foco de esperanza, una vela en la noche para todos mis súbditos, una vela que jamás flaquea y que nunca se apaga. Pero para él, es un general de su reina y su deber siempre ha sido protegerme de todo peligro y ahora una potencial fuente de peligro se va a encargar de protegerme.

Solo pude sondearle.

Tan solo media hora después, en la sala del trono, Hel apareció con las dos mujeres detrás suyo.

Él no se arrodillo ni hizo ninguna reverencia, simplemente se quedó quieto, esperando a que dijese algo.

Esa actitud no me molestaba, él tenía la fuerza para ser arrogante y no me debía lealtad, era simplemente un mercenario.

Ya que el seguía esperando, decidí decirle lo que tenía planeado para él.

– La razón por la que te he llamado es para encomendarte tu primera misión, esta consistirá en ser mi guardaespaldas el día de hoy – Él asintió.

– En ese caso te dejare con Lilith he Irina, ellas te protegerán, aunque este tipo de encargos, tan… delicados, merecen un pequeño sobre sueldo – Parece que algo le había llamado la atención en la ciudad estos días o era referente a su pago, pero si tengo algo que a él le interesa, eso solo puede ser bueno para mí.

– Primero dime que es lo que deseas como recompensa y luego veré si se te puede conceder – Forcé una voz neutral, no quería que se notase la ilusión de tener algo que le haya captado la atención, tener una ficha más en el tablero solo puede ser bueno.

– Es sencillo pequeña emperatriz, uno de mis chicos se ha encaprichado por aprender a tallar runas, según tengo entendido, para poder aprender este oficio hace falta del permiso de la reina – Quien iba a pensar que él quería ayudar a uno de los suyos, pero el oficio de tallador de runas, no era uno que se aprendía fácilmente, además de que esto podría acabar en nuestra contra…

– Bien déjame pensarlo… dependiendo de cómo se cumpla esta misión te daré una respuesta – En ese momento note que la pequeña, Lilith, parecía exudar un aura fría, estaba segura que al no concederle los deseos a su señor, ella lo tomo como un insulto.

– Me parece bien, en ese caso las dejare contigo, yo mientras regresare a la casa que nos ofreciste –

– Déjame aclarar algo, esta misión esta propuesta únicamente para ti, ellas pueden disfrutar de nuestra ciudad – Fue entonces que una fuerte voz enfurecida resonó en la sala, junto con un aura aterradora.

– QUE MIERDAS ESTAS DICIENDO –